Romance en bicicleta

El contraste del agua, la confluencia de la sabiduría

“Te mando una huanlla para el camino, te puse luz por si te agarra alguna oscuridad, para que puedas mirar con profundidad todo lo que encuentres; la gente, la risa de los niños, la sabiduría de los viejos, la majestuosidad de los paisajes, pero sobre todo para que también mires dentro tuyo”
                                       (Gladys, una caminante amiga)

Volver a la carretera en cicla con carga y lluvia fue retomar la vida, esa otra vida, retomar la libertad, esa otra libertad y rodar hacia el sur con la certeza del encuentro con la Casa del ciclista de Trujillo y con la historia y la sabiduría de la parte norte del Perú, donde se asentaron grandes civilizaciones Mochicas, Chimúes, Incas.

Viajar sin duda es despedirse y desprenderse de todo para nutrirse del día a día, es una suerte de acercarse al infinito o de ir hacia diferentes horizontes.

Primera Parte

Cordillera andina y cordillera amazónica, un romance con mi país.

Recorrer todo el sur del Ecuador y la amazonía ubicada junto a la Cordillera del Cóndor, fue la posibilidad de conocer el otro paisaje, la otra vida de quienes abrieron camino para hacer los recintos, los otros mundos que se esconden en la selva amazónica.

Desde Quito a Ambato fueron kilómetros de panamericana y de andes, de buses, trailers y automóviles veloces. Los encuentros fueron mínimos y con aire de ciudad.

La lluvia y las nubes abrazaron los volcanes y los Illinizas fueron los únicos que se dejaron ver, ella y él, él y ella, cada vez con menos nieve por el calentamiento global.

Ambato – Baños fue una ruta especial porque tomamos la vía Salasaca, actualmente cerrada por mal estado. En este punto del camino pudimos tener un acercamiento hacia esta cultura y sus prácticas ancestrales.  Las mujeres hilaban en el desolado pueblo y los artesanos esperaban que algún turista pasase por ahí. Nosotros debimos de parecer un espejismo en bicicleta, pues ya nadie circula por esta ruta. Lorenzo Diego tejía mientras junto al telar nos contaba cómo se hace el tapiz. Tejer es simplemente dar vida a la vida, a la tradición, a las montañas sagradas... En un fondo de tonos azules representaban al cóndor y al volcán durante la erupción de 1999.  A las puertas del taller de la familia Gualaquiza, el Tungurahua nos dejó descubrir por instantes sus columnas de ceniza y explosiones freáticas.

Baños es esa especie de centro donde confluyen los ríos de la sierra y de la amazonía, una suerte de mitad que separa o mejor dicho, que une la serranía con la selva amazónica, un lugar donde confluyen las culturas diversas, donde están presentes los distintos países, donde se escuchan idiomas diferentes y se ven otros rasgos, otros gestos, otras formas de vida. Aquí empieza todo a transformarse, empezando por la altura, el clima, la vegetación y la gente. Baños es definitivamente un baño en sí mismo, pues las termas nocturnas y los chorros de agua reaniman al cuerpo. El mercado es un buen lugar para comer y el internet es demasiado caro. La lluvia es siempre una posibilidad, así como lo son los estruendos coléricos del volcán.

La ruta de las cascadas es el camino hacia la amazonía. El agua está por doquier, cae desde arriba como venida del cielo. Los ríos  alimentan  a una gran represa hidroeléctrica.

Las nubes juegan al ir y venir y las ventanas que anuncian otro horizonte se van abriendo de a poco.
Una gran franja frondosa, muy, muy verde que parecía infinita se perpetuaba en el horizonte, en el más allá. Las cascadas seguían acumulándose y los árboles cada vez eran más grandes. El Principito sería feliz al descubrir todo esto.

Río Verde, Río Negro, Mera, Shell, Puyo. Esta vez con deliciosa lluvia amazónica, lluvia fresca. Los bomberos se convierten en un paso obligado, no solo por el espacio físico del que disponen sino por su amabilidad y acogida.
El asfalto se termina a los pocos kilómetros y eso significa  cambiar de aire, modificar la postura del cuerpo en la cicla, escuchar la fauna oculta, pedalear más allá de lo profundo.

La amazonía tiene sus encantos. La gente que vive en estos caseríos, pueblos y ciudades es gente de lucha. Territorio shuar, estamos en pleno territorio shuar. La vía de acceso está en construcción, por ahora destapada todavía y quien sabe si por muchos años más. Los trabajos en la vía iniciaron ya hace 5 años y aun no se terminan. Los rótulos HOMBRES TRABAJANDO son una mentira, no hay ni uno a nuestro paso. Si bien es cierto que esto para la cicla es mejor, por todo lo que implica, para los habitantes del lugar es un suplicio.

Empieza un encuentro con lo sagrado. El solo hecho de estar en territorio ancestral shuar es importante, es distinto. La sabiduría de la selva estaba allí pero entrar en contacto con ella fue algo casual. Compartimos dos días con una familia shuar en Chuwitayu y  tuvimos la oportunidad de visitar la CUEVA DE LOS TAYOS.

Luis Kaniras, presidente de la comunidad nos recibió en su casa y gracias a su acogida pude no diría comprender, sino tener un acercamiento hacia su forma de vida. Don Luis tiene 2 mujeres; Florentina y Josefina, 21 hijos, 1 escuela y la cueva de los Tayos que es de su propiedad porque está en su territorio.

Charip Lisandro se llama uno de sus hijos, Shakay Ermenegildo otro y una de sus hijas Shiram Judith, nombre sagrados que contienen elementos de la naturaleza y confirman que hombre y naturaleza son uno solo. Charip El trueno, el relámpago, Shakay , hombre poderoso y Shiram hermosa mujer...

Algunas palabras shuar que dan cuenta de este encuntro: Naim – montaña, tuna – cascada, numi - árbol, etsa – sol, chinki – pájaro, jea – casa, kukuj – flor. (Scanear dibujo)

Las cuevas e los tayos son cuevas milenarias, mágicas y misteriosas. A su interior viven unas aves enormes llamadas tayos, en ellas los militares hacen cursos de tayuwa, albergan todo un mundo de formas, olores y sonidos ahí dentro que me atraen y me transportan a ese más allá que es difícil de explicar. Hay un río  que habla en su interior.  Las piedras y paredes de barro y minerales apasiguan el agua.

Una escalera de 30 mts. nos conduce al fondo de las cuevas luego de una caminata aproximada de 2 horas en selva, en barro, junto al Pastaza. Aquí nacen los sueños... Mis ojos dieron vueltas de la emoción al recorrer más de 4 kms al interior de las cuevas Aluscinante. Los tayos cantan como los serruchos y vuelan en la oscuridad como las lechuzas. Conos de helado que suben y bajan en relieve, formas fálicas excitantes, cucharones que cuelgan en las superficies superiores y puntas que se alzan desde abajo, TODO UN JARDÍN DE PUNTAS NACIENTES Y COLGANTES.

Hasta ahora me cuesta salir del ensueño. Compartimos maito con la gente del lugar y pudimos sentir la cercanía junto al fuego con dos ancianas de la comunidad. Los niños/as y animalitos revoloteban mirándonos. Qué hermosos ojos y qué lindas sonrisas.

A orillas del río una inmensa plaza de rocas perfectamente redondas, un bosque espeso y graderíos de piedra y arenas movedizas nos permite volver rumbo al puente de Obonaza. donde tomamos un bus para regresar a Chuwitayu y descanzar para partir al día siguiente.

Lo más hermoso está en estas otras rutas que muy pocos conocen. El Ecuador empieza a desdibujarse para mí e inicia un romance con mi país.

Macas es otro punto medio entre la amazonía y la amazonía porque a partir de aquí todo se vuelve más agreste y más hermoso. La transamazónica se abre paso entre los árboles y montes y enlaza las provincias de Pastaza,  Morona Santiago y Zamora. Nos sumergimos en un clima húmedo, en senderos pequeños y boscosos junto a ríos y montañas que parecen estar más cerca y protegernos. En esta parte del camino hay un desvío que te lleva hacia Cuenca y otro que se dirige hacia Zamora. Esto lo supimos después de meter ml el pedal o para mejor entendimiento meter la pata. En el mapa Méndez aparece muy cerca del desvío, pero claro está a 4 kms. así que tuvimos que regresar a Bella Unión para tomar la ruta correcta. En Bella Unión los caminos se juntan para seguir hacia Zamora como estaba planificado.

Bella Unión, Limón, San Juan Bosco, Gualaquiza (todo destapado) y luego Gualaquiza – Zamora, una nueva vía en perfecto estado desde el punto de vista vehicular.

Atravesar estas ciudades de montaña amazónica fue una experiencia hermosa porque nunca antes me hubiese imaginado pasar por estos lugares en bicicleta. Era como si esos paseos de fin de semana, esas rutas cortas en bicicleta montañera se hubiesen extendido a toda una semana de viaje y de placer. El Pan de Azúcar nos acompañó durante todo el camino y  el cuerpo de bomberos de Limón Indanza y  el alcalde de San Juan Bosco nos acogieron como si nos conocieran desde hace tiempo, no así los curas salesianos del lugar.

La tierra aun vive y sentirla es un privilegio. Es TODA UNA MADRE TIERRA.
El Ecuador me cautiva; árboles con musgo colgando, flores amarillas en medio del verde, ríos, caídas de agua, piedra suelta, nubes y gotas refrescantes de agua-lluvia.

La gente de este sector es azuaya y migró durante los 60s a colonizar estas tierras.

Pedalear en lugares como este atrapa y cuando se aproxima el pavimento es a su vez un alivio y una sensación de tristeza porque se deja atrás lugares y personas que quizá no se va a volver a ver.

Cuando hay pavimento hay otras dinámicas, las de la ciudad, hay más comodidad y quizá los niveles de solidaridad disminuyen. En las ciudades grandes siempre hay una predisposición y es más difícil la cercanía. En Gualaquiza nos hospedamos en el Casino militar. No estuvo mal, pero la verdad es que las más crueles historias de torturas y violaciones se me vienen a la mente en estos espacios. Por eso tiendo mi bolsa de dormir en la cama porque percibo que aquí suceden abusos y existe prostitución, lo que para mí es otra forma de violencia.
Me ocurre lo mismo en Zamora en otro complejo militar que nos recibe. Claro que agradezco su hospitalidad pero no puedo evitar recurrir a la memoria.

Las buganvillas silvestres y los árboles floridos de rojos intensos están al borde del camino, el palo de rosa se toma gran parte de la montaña, los musgos visten el paisaje y las bromelias posan en cada árbol. Primero el río Bobonaza y luego el Zamora, apacible. Se respira paz y el aire  fresco. No importa cuantos kilómetros quedan para llegar. Me siento a gusto y disfruto de este otro horizonte. Las ganas de Iván me invaden pero así es la vida. Nunca hubo Huitzlampa Awankay.

Casualmente nos encontramos con la marcha de la semana del migrante. En Zamora hay gran cantidad de familias cuyos miembros han migrado hacia Estados Unidos, España y otros países de Europa y a su vez es una provincia receptora de inmigrantes peruanos y colombianos. Las minas de Nambija quedan cerca, el río Zamora, así como el Cauca es todo un señor río arrastra oro. Aquí confluyen diversas nacionalidades y diversas culturas. El Pueblo Shuar, el Pueblo Saraguro, mestizos venidos de diferentes provincias, gente de Perú y ahora, ,a raíz de la concesión minera empresarios y obreros colombianos. La oficina de relaciones exteriores ha promovido en el marco de la integración fronteriza un proceso de regularización de la población peruana que habita en esta zona. Lastimosamente esto es un fracaso La regularización de población peruana es inviable por las condiciones establecidas, pues todos/as trabajadores/as peruanas carecen de contratos y están sometidos por grandes empresas floricultoras especialmente. Es absurdo pedir como requisito el contrato laboral o la afiliación al seguro social. Da risa. La tal regularización es excluyente al 100%.

Dejar la amazonía cuesta un poco, luego de haberme adaptado al clima y estar muy a gusto cuesta. Y cuesta más al confirmar que de los 64 kms. que hay de Zamora hacia Loja, 54 kms. son cuesta. Cuesta la cuesta.

Atravesar la cordillera El Consuelo, vaya nombre, fue duro, especialmente por las ráfagas de viento que se presentaban de pronto. Entonces tenía que sujetarme a la bicicleta e incluso detenerme y aferrar mis pies al suelo. Nunca antes había sentido el poder natural del viento y ahora me tocó vivirlo muy de cerca. Entonces fueron necesarios los mantras y la complicidad con el universo; ommanipatmejum, omtaretutareturesoja.

El sol si que se comportó. En el asfalto podía observar sombras que transcurrían...Las nubes hacían un doble camino, aquel del cielo y el del asfalto. Yo me sentía acompañada y protegida a la vez.

El pedaleo estuvo acompañado de sudor, de miedo pero a su vez de pequeños detalles. La grandeza había quedado atrás y era tiempo de lo mínimo. Flores diminutas circundaban el camino, pétalos blancos, orquídeas enanas y zumbidos del aleteo del colibrí. “un poquito nomás le falta” e decía, ya no tenía importancia...El límite entre Zamora y Loja está en la cumbre, en el punto más alto junto al Parque Nacional Podocarpus. Bosque tropical de montaña durante todo el camino. Frío en la altura, relieves aluscinantes y Loja asentada en medio de los picos y las faldas de los montes andinos.

El parque del Jipiro nos alberga esta vez en el campamento turístico ubicado frente al parque. Un ciclista apasionado nos da la bienvenida y nos extiende una mano con el mantenimiento de las ciclas. Una familia amiga me invita a pasar la noche ahí. Y entonces surge la necesidad de escribir cartas. Un grupo de niñas amigas dejan el juego cautivadas por la idea y empiezan a crear, a preguntar, a dibujar frases para los niños/as del Perú. Yo las llevaría en la bicicleta, era parte de mi compromiso, generar un vínculo que permita conocernos y recuperar la hermandad, esa hermandad perdida u olvidada so pretexto de la guerra.