Navidades Sudaniles

Una de las cosas que más disfruto de este viaje en bici por el mundo mundial es que es impredecible. La magia de la sorpresa, los giros y vuetas, los itinerarios locos de destino. Como dice mi amigo Pepe “allí hay una movida de algún tipo”.

Cuando en Octubre de 2001 llegamos a casa de Sophie y Manu, en Nairobi (Kenia), ni siquiera sospechábamos que allí se estaba cocinando algo. Sophie es la ex-novia de Pierre, al que nos encontramos en Bobo-Dioulasso (Burkina Fasso) en Septiembre de 2000, y ambos son amigos de Vincent, que conocimos en Sossusvlei (Namibia) en Enero de 2001. La “Belgian connection” funcionando a muerte.

Pues bien, esa misma tarde, mientras disfrutábamos de unas cervezas en el jardín de Sophie, aparecieron dos belgas más, Marie y Bruno. Como Bruno se maneja perfectamente con el castellno, nos aproximamos más a él. Así conocimos su debilidad por la paella y su pericia para liarnos y comprometernos a cocinar una paella “para unas 30 personas” al día siguiente en su casa. Hacer un paella en Nairobi no es algo trivial, pero gracias a los contactos con la comunidad hispana y a las habilidades logísticas de Bruno, esa noche más de 25 gentes pudimos disfrutar de una excelente paella (con azafrán español!) y de muuuuuuuuuuuucho, mucho vino.

El entorno de la velada era ni más ni menos que las oficinas de PAT Africa Drilling Co., y esa noche el bigotudo Bruno, alias “el león”, nos contó sus aventuras perforando pozos de agua en el sur de Sudan. Ahí quedó la cosa pues al día siguiente Juli y Pepe partían para Uganda en bicicleta y yo tomaba un avión para Dakar (Senegal), donde me había salido un currete en pedales por un mes.

A vuelta de ese mes nos reencontramos de nuevo en casa de Sophie y Manu. Un par de días de descanso y los tres nos embarcamos en un avión rumbo a Mumbay (India), cambiando de continente y de pedaladas. Ya en la India, pasaron cinco meses de rutas, de problemas con mi pasaporte, de diáspora por no se sabe cuánto tiempo… A finales de Abril de 2002 Juli y yo volábamos desde Kolkata (India) a Bangkok (Tailandia). Nos acordamos de Bruno y Marie y de que ellos trabajaban con una máquina construida en Tailandia. Así que fue aterrizar y esa misma noche dormimos en la factoría de PAT (Promotion of Appropriate Technology Co., Ltd. www.pat-drill.com). Bruno apareció a los dos días y nos tocó beber mucha cerveza, comer muchas delicias tailandesas, hacer nuevas amistades, contar y escuchar historias, compartir contactos, ideas, y conocer a Porphol, Promphol, Saeng, Vichan… Hubo otra paella, pero esta vez no quedó tan buena.

El grupo crece y mengua a medida que devora kilómetros (sic). Pako llega y Juli se va. Rodamos más de 5000 kms en tres meses por este sudeste asiático. A principios de Agosto de 2002 me encontraba de nuevo envuelto en otra maratoniana sesión de cerveza Singha en la factoría de PAT, en Bangkok. Le comento a Porphol mis intenciones para los próximos meses: buscar algún currillo de guía turístico, aprender masaje tradicional tailandés, volver a solicitar el p… pasaporte (cuarta vez), en fin, aprovechar el tiempo hasta que Juli regrese de Madrid. La gente de PAT me ofrece amablemente otra alternativa: colaborar con ellos dando clases de inglés a la plantilla, diseñando la nueva website, actualizando el catálogo, los manuales de las máquinas, etc…

Ahora estamos a primeros de Febrero de 2003 y me encuetro en África de nuevo. Intentaré por todos los medios estar el 18 de Febrero en la isla de Koh Phangan, en Tailandia. Allí pensamos celebrar el cumpleaños de Pepe. Ya se encuantran alla Pepe que viene del sur de China, Juli de regreso de Madrid, Iñaki que vino desde Lavapies, y Tere que lo hará desde London. Y por supuesto la familia PAT.

Llevo seis meses sin pedalear, quitando algún paseo y un par de excursiones cortas. El tiempo se me fue entre Thonburi y Kiechkuon. El primero es un barrio de la megápolis de Bangkok, y el último un aldea en medio de las llanuras del sur de Sudan.

 Hace más de 130 años el bravo general Taksin trasladó la capital del reino de  Siam a Thonburi, unos 100 kms al sur de la legendaria y destruida Ayuthaya. Aquí reinó Taksin creyéndose una reencarnación del mismísimo Buda. Se volvió loco, o al menos así lo pensaban sus ministros, que lo ejecutaron conforme a las costumbres reales: apaleado dentro de un saco de terciopelo para que ni una gota de sangre tocara el suelo. El siguiente monarca fundó nuevas dinastía (la actual) y capital en la orilla opuesta del río Phraya, en lo que hoy es el corazón de Bangkok. Ahora Thonburi es un barrio periférico dentro de esta frenética ciudad. Sus históricos canales están ocupados por basura y aguas fétidas. Por sus truculentas callejuelas no ves turistas y la tranquila vida de barrio contrasta con el trepidante ritmo de la capital. La gente te mira y te sonríe, y los niños te llaman falang, falang!

Kiechkuon es una aldea perdida en mitad de la región del Alto Nilo, en el sur de Sudan. Con una dimensión equivalente a la de Francia, los humedales más grandes de África se beben prácticamente entero al mero río Nilo, que nace de las aguas del lago Victoria, el más grande del continente. El pueblo nuer habita este área, compartiendo los pastos para sus vacas con un puñado cada vez más exiguo de gacelas, y con 142 especies diferentes de mosquitos.

Los seminómadas nuer son un pueblo nilótico con una de las pieles más oscuras del planeta y 1.80 m de estatura media. Junto con otras tribus sureñas mantienen un conflicto armado con los pueblos arábicos del norte de más de 20 años. Algunos niños, acostumbrados a ver los aviones descargar comida, piensan que ésta “llueve de cielo”. La rotundidad del paisaje y de sus gentes contrasta con la quietud y el conformismo de la tradicional vida rural. Parece que no pasa nada desde hace mucho tiempo. La gente te mira y sonríe, y los niños te llaman kawaja, kawaja!

Las máquinas taladradoras de PAT son unos hierros infernales. Vuelan, literalmente, desde Bangkok a los sitios más aislados del sur de Sudan, una de las zonas más subdesarrolladas del mundo. Aterrizar allí con motores, ruido, aceros, humo, tubos de plástico, acción y febril actividad es un shock para tod@s, sea nuer, sudanés, tailandés, keniata, belga o bicicleto.

Los hombres nuer tocan la taladradora con respeto, casi con veneración. Saben que la máquina les traerá agua a sus familias. Las mujeres quedan en segunda fila, donde bailan moviendo sus esbeltos cuerpos de una manera muy chistosa. Los niños, con sus manitas llenas de agentes infecciosos, tocan la piel del falang-kawaja con prudencia. Algo va a pasar. Y al final el agua llega, sale de dentro de la tierra, agua limpia y clara, y los niños se bañan por primera vez en su vida, las mujeres brincan y chillan y bailan y gritan, los hombres se felicitan sonrientes con unos castos golpecitos en el hombro. Y uno suspira y se relaja, ya está, otro más, y también se emociona, se le cae una lagrimita, se le enchinan los pelos, balbucea alguna palabra con los locales, felicita a los compañeros, male, male, male, congratulations. Mola mucho. Ya te digo.

Y del futuro? No se. Me regreso a Bangkok, con mis “brothers”, a tomarme unas vacaciones y a darle al pedal. Estas sorpresas son parte del viaje. Para mi, esto también es “viajar”. Estas Navidades no fueron tan excitantes como las anteriores, esos 10 días de delirio continuo en las golfas raves de Goa. Pero de todas formas, inolvidables.

Josetxu

Imagen/es