NIPONIA
A esta esquina del mundo llegamos varias veces varios bicicletos. Podríamos decir que la visita comenzó en India, en Varanasi, allá por el mes de Abril de 2002, cuando, estando 'de despedida' Juli, Pepe y Josetxu, nos encontramos en el mismo albergue con Jack y Saeko. Tras unas juergueciglias para conocernos mutuamente, nos invitaron a visitarlos en un futuro. Asi que Pepe fue el primero en 2003, y luego repitió en 2004 con Edu. Además, Jack pedaleó con Pepe en Japón (2003), Mongolia (......), y de nuevo en Japón, por la isla de Hokkaido, con Pepe y Edu (2004). Luego Jack vino al Yukon (2007) a rodar con el Dream Team el ártico canadiense, y luego Josetxu le visitó alla en Japon (2007-2008). Una nueva bicicleto, Meliz, se bautizo de pedaladas en Japón, rodando con Josetxu (2007). Como veis, muchas idas y venidas a la tierra del sol naciente.
A pesar de estar en la otra esquina de Asia, Japón es quizás el país más ultramoderno, hipercapitalista y superdesarrollado del 'Occidente'. Da la sensación de que van 10 años por delante, y a veces la sensación no es muy buena. Pero también tiene un definitivo sabor propio: todo esta esteticamente ordenado y pulcro, cada familia venera a sus ancestros con un pequeño templo dentro de cada casa, la comida es exquisita y variada. Lo moderno y lo tradicional todo junto pero no revuelto. Por otro lado, el culto a la disciplina, el trabajo y el esfuerzo presenta sus paradojas:por primera vez en su historia moderna el Primer Ministro dimitió por 'razones personales'. En una semana el nuevo gabinete anunció la pérdida de todos los datos del banco de datos de la Seguridad Social: nombres, fechas, cotizaciones... Al dia siguiente toda la gente fue a trabajar puntualmente, como si nada. No paso nada en la calle, no hubo protestas. Impresionante.
La pedalada es muy disfrutona. Con casi toda la población concentrada en la costa, el rosario de islas montañosas ofrece múltiples rutas. Una muy buen red de ferries conecta todas puntualmente. Y los conductores están más que acostumbrados a las bicicletas en la ruta. Y los japoneses son particularmente indulgentes y amables con los extranjeros. Acampar discretamente en parques públicos, áreas de descanso o incluso debajo de cualquiera de los miles de puentes es relativamente fácil. Un menú o teishoku es relativamente barato, hay cientos de lavanderias automaticas y los maravillosos onsen (termas) o baños públicos hacen la ruta más confortable. Eso si, hablan poco ingles o son extremadamente tímidos para hacerlo. No olvidar un libro de frases y un diccionario. Yoi ryoko wo!
Japón I: Delicatessen: Pepe y Jack (Marzo-Julio 2003)
Acudí a Japón invitado por Jack y Saeko, dos japoneses que compartían hotel con nosotros en Varanasi, India, la ciudad donde los bicicletos nos separamos. No contaba con ello. Todos los que han pasado por allí coinciden, Japón es terriblemente caro. Pero tener casa en Tokyo cambia las cosas. Siempre había sentido curiosidad por ese país donde consiguen poner tantas cosas en tan poco espacio. El país que ha puesto la alta tecnología al alcance de la clase media. Que tiene la primera flota pesquera del mundo, el sushi, las gheishas, los samurais. En fin todos los tópicos conocidos por casi todo el mundo.
El recibimiento no pudo ser mejor. Masaki y Jack me recogieron del aeropuerto con la furgo del primero. Menos mal. Hay demasiados km desde Narita hasta Tokyo y yo había pensado coger un taxi para llevar la caja de la bici cómodamente. Si lo hubiera hecho hubiera tenido que volverme a mitad del camino angustiado por el precio y arruinado.
Por primera vez desde que salí de España encontré un grupo de amigos similar al que deje al salir. Culturas diferentes pero no tanto, edades y gustos similares. Amantes de las fiestas. El viaje mejora un punto mas cuando Jack, que ha dejado el trabajo en el restaurante y la vida en común con Saeko, decide comprarse una burra y venirse conmigo.
Tokyo-Yakushima. 1800 km
Tiramos pal sur con un nuevo bicicleto, Yukifumi Omoto, Jack para los amigos, y un nuevo mecanismo: llevamos con nosotros un altavoz anclado en la parrilla delantera de su bici. Un CD player conectado al mismo nos permite escuchar buena musiquita con toda claridad en la carretera, excepto cuando hay mucho tráfico.
Japón es mucho más verde de lo que había imaginado y hay bosques por todos lados. Prácticamente todas las carreteras tienen carril bici. Las aceras, en la ciudad, son compartidas por los peatones y por los ciclistas. Ahora, eso sí, en verano llueve de la ostia.
La primera etapa termina en la casa de los padres de Jack, en Fujisawa, después de rodar todo el dia, unos 70 km, sin salir de casco urbano. Yuko, su madre, nos prepara una cena fina a base de bien. Todo eran exquisiteces: diferentes cebiches de pescado, verduras maceradas, pasteles de verdura. Muchas cositas muy bonitas y muy ricas. Después de las cervezas de rigor, me pimple yo solito una botella de vino blanco ante los atónitos ojos de Yuko y de Jack que no lo cato.
Al día siguiente amaneció lloviendo, la madre nos dijo que nos quedáramos y nosotros no dudamos ni un momento. Nos prometió, para convencernos del todo, que a la noche nos invitaría a cenar sushi, una de las joyas de la cocina japonesa. Degustación de pescado y marisco crudo cortado en lonchas colocado encima de arroz compactado en bloquecitos, o trozos envueltos en arroz y en algas a modo de secciones de cilindro.
El garito, que se llama kaiten sushi tiene una barra cuadrangular con sus lados unidos y recorridos incesantemente por una pequeña cinta transportadora por la que van pasando los sushis delante de tus ojos. Todo un espectáculo para el estómago que no encuentra palabras para agradecer tamaño detalle. Gambas, huevas, rape, cangrejo, caballas y nombres de los que no puedo acordarme. Pero la estrella es el atún, por el que se pagan verdaderas fortunas y eso lo saben bien en nuestras costas. Y dentro del atún, una parte que tiene finísimas vetas de grasa como el jamón güeno. Se parecen bastante la verdad.
El abuelo de Jack me contó la historia de los Omoto, con el árbol genealógico en la mano, desde que habitaban en los USA, un par de generaciones anteriores, hasta nuestros días. Supo recompensar mi paciencia y nos obsequió un vale para ir a un hotel de lujo en la montaña sagrada de Hakone, famosa por sus baños termales. Así que la noche siguiente, después de la primera escalada de Jack, un merecido y lujoso descanso en un hotel con habitaciones al estilo tradicional: tatami (suelo hecho de tarima de paja apretada), mesa baja, cojines y poco más, la verdad, pero muy acogedor y muy confortable.
Días más tarde en Nara, cerca de la montaña de los artistas sorprendí a un tendero cuando le pregunté por sake, el vino de arroz japonés. No parecía una cosa normal que un extranjero ciclista, anocheciendo, entre en una tienda de una pequeña aldea y pregunte por sake. Así que el señor nos invitó a su camping, el único de los alrededores, y además nos regaló leña para hacer fuego y otra botella de sake más. Estuvimos dos días en los que no paró de llover, debajo de un techado, en nuestra tienda, con electricidad y música. Allí acampaba también Naoki con su moto todo terreno. Cada dia salia a recorrer un pedazo de aquellos bosques lluviosos. Buena comilona tuvimos con él, uno de los días.
El siguiente objetivo: Kyoto, la antigua capital del Imperio del Sol Naciente. Vimos unos cuantos templos. Había muchos más, pero me negué. Los templos nunca han sido mi fuerte, la verdad. En todo caso reconozco lo bien elegido del terreno, la belleza de su hechura, la (en otros tiempos quizá) quietud de sus jardines y lagos. Pero es que estaban a reventar de turistas. Te pones en fila y andas hasta que se acaba el templo. Además todos cuestan pasta, el más barato unos cuatro euros. Vamos que no.
En Osaka, la ciudad de la más conocida marca de componentes de bici, me reencuentro con Naoko y Miwa, dos japonesas con las que compartí una cena a base de pizzas caseras en el lago Namtso, en Tibet. En el coche de estas me escape de la nevada que estaba cayendo al dia siguiente (ver Tibet). Naoko y un colega suyo, nos llevaron de excursión a un río precioso en las montañas de Wakayama.
Desde allí a Shikoku, la isla de los cuatro reinos. Nos dirigimos a la casa de Sasabo en Kochi a refugiarnos de las lluvias. Allí pasamos unos cuantos días viendo películas y, en general, haciendo el vago. En el camino nos encontramos con el río Yoshino. Interesante fue también el encuentro con los de Mont-Bell, que tienen allí una escuela de rafting. Nos dejaron un sitio para pasar la noche y allí hicimos una microfiesta con ellos y nuestra música.
Buenas, pero que muy buenas subidas, hacia el puerto de Tengu (también dios del viento). Pasamos la noche bajo el techo de un cenador de un camping aun cerrado. Las vistas debían de ser impresionantes, pero no pudimos verlas porque estuvo todo el dia nublado y lluviosillo y al día siguiente, cuando nos fuimos, aun más. A la bajada, sabiendo ya que un tifón inundaría en un par de días los ríos japoneses, nos refugiamos en un camping en las orillas de uno de ellos, el Shimanto. No pudimos poner la tienda en el espacio dedicado a ella, porque en unas horas se la llevaría el agua. Así que tuvimos que hacer varias noches en la caseta destinada a recoger la basura. Hay que decir que esa caseta estaba más limpia y olía mejor que la mayoría de las habitaciones de los hoteles baratos recorridos por los bicicletos.
Dos o tres días de lluvia y el río creció hasta inundar el espacio de las tiendas pero no la caseta de la basura. Creció unos siete metros. Para mi sorpresa nadie estaba sorprendido. Es bastante normal y pasa unas cuantas veces todos los años. Así que los días antes de que aparezca el tifón (que suele ser puntual) la gente recoge todas las cosas que hay cerca del río y cuando se va pues las ponen otra vez, después de haber quitado toda la mierda. Todo ello sin ningún tipo de aspaviento, ni drama.
Durante la lluviosa estancia en el camping recibimos la visita de Takaco, tokyota amiga de Jack, que estaba haciendo un viaje a pie por los templos de Shikoku. Ya llevaba recorridos unos cuarenta. Tenía un esguince en el tobillo... También vino Sasabo con su furgo sideral.
Otra isla, Kyushu. En Oita nos encontramos con Satoko, la novia de Miguel, el coco, el maño que atravesó el Tibet con un servidor de usted. Un agradable alojamiento en casa con su familia. Inolvidable el desayuno que nos preparó su madre al día siguiente. Potente entrada en el día donde batimos record de km, más de 120, y conseguimos llegar hasta Shimonoseki, otra vez en Honshu, la tierra de Tokyo, del monte Fuji... Por primera vez en mi vida cruzaba de una isla a otra por debajo del mar. Un túnel para bicis y personas de unos 700 metros comunica las dos islas. Extraña sensación, proclamo.
Al día siguiente pillamos el ferry que te acerca hasta Pussan, en Corea del Sur, después de pasar una noche al raso al lado del mar que nos dejó los sacos empapados. De la misma manera que vinieron de otra tormenta tifónica del lado coreano.
Quizá por eso nos dimos un regalo. Shimonoseki es famoso por ser el mejor sitio de Japón donde comer el fugu, un pez con forma de tubo cuadrado, que se aprecia por sus diferentes sabores delicados según la parte de la que procedan y según su preparación, desde la sopa hasta en crudo. Así que tiramos la casa por la ventana y nos sacudimos un festín de no te menees.
Después de un gustazo como ese, volvimos a Kyushu, a recorrerla de norte a sur, por el centro, más o menos montañoso, muy verde. Llovía todos los días, algunos de ellos torrencialmente. Los tifones le pegan a Kyushu quizá más que a ninguna otra parte del país y con esos vientos y esas lluvias es prácticamente imposible bicicletear. Hay que pararse a menudo. Hemos tenido que lavar y secar el equipo entero varias veces, porque con el calor y la humedad se pudriría en unos pocos días.
El dia de espera en Kagoshima hice una prueba telefónica por complacer a mi amigo Jack. Llame a varias escuelas de idiomas preguntando por trabajo como profesor de español. Concretamente a tres. En una de ellas me dijeron que fuera el lunes y presentara un curriculum vitae. Era sábado.
El lunes ya estábamos en Yakushima, una isla que se sale de bonita, redonda. Es un bosque rodeado por una carretera de unos 100 km. Allí conocimos a Taka y a Hide, que había viajado en bici desde Hokaido. En el bar de Taka, junto a Saeko que vino a visitarnos, preparamos las bolas de arroz para la excursión al bosque de cedros milenarios y de rododendros enormes. Rechonchos y gigantes, a alguno de los cedros se le calculan más de tres mil años. Fueron dos días de marcha, por unas veredas bastante bien construidas entre arroyos, árboles y raíces que te protegían del vientazo que zurraba en los pelaos de la parte alta. Es un paseo fuera de serie.
Dejamos Yakushima y nuestro viaje en bici. Me emplee en las fiestas que se sucedieron una tras otra hasta regresar a España. Era un ensayo para volver.
La península de Izu: Meliz y Josetxu (Octubre 2007)
Ella nunca había hecho ruta, el un poco mas. Así que siguiendo el adagio de 'el amor todo lo puede', Meliz tomo un avion desde Vancouver (Canadá) y visito a Josetxu para su bautizo sobre dos ruedas. El escenario fue inmejorable: la península de Izu es donde se concentra el mayor numero de aguas termales del Japón, algunas naturales, al aire libre y a pie de costa. Una pasada.
Tras un par de días de turisteo con Jack y Yumi por la isla de Enoshima y la antigua capital imperial Kamakura, tomamos un par de trenes y nos ponemos en Shuzenji. Tras un teisoku de rigor comienza la cuesta. Son 12 kms de subida continua hasta el paso de Heda, que nos regala un atardecer de lujo con el monte Fuji presidiendo la ceremonia. Meliz se porta como una jabata en la subida y no menos en los 8 kms de vertiginosas cuestas abajo. En Heda, ya en la costa, bañito caliente en el onsen y acampada en el parque.
La ruta continua por la costa oeste de la península, subiendo y bajando acantilados y atravesando túneles y mas tuneles. Tras un dia largo acabamos acampando en las aguas termales de Matsuzaki, al aire libre, frente al mar, solo para nosotros, cari. Seguimos hacia la costa sur, sube y baja, tunel, teishoku, y así llegamos a la playa de Yumigahama. El tiempo acompaña y nos bañamos. Acampamos en un discreto rincón donde solo hay como dos docenas de gatos. A la mañana siguiente, tempranito, aparece un tipo a traerles comida. Todo tranquilo, la vida del campo.
Ultimas cuestas para acabar el circuito en Shimoda, histórico lugar, donde los estadounidenses forzaron al imperio nipón a abrir sus fronteras, primero comerciales, el resto es Historia. Trenes de vuelta y visita a la familia de Yumi. Un par de días más de fiestuqui y turisteo en el megashoppingcenter de Tokyo antes de que Meliz se regresase a K-nada. Breve pero intenso, nos vemos en Vancouver!
Aikawa-isla de Yakushima: Josetxu (Noviembre 2007-Enero 2008)
Tras la partida de Meliz, Josetxu se cura la saudade a base de pedales. Jack me convence de visitar el bosque de cedros de la isla de Yakushima, que esta al sur de la de Kyushu. Así que un lluvioso dia de primeros de Noviembre ponemos rumbo al norte y empezamos a salir de la llanura de Tokyo y el segundo dia ya enfilamos monte. Una breve visita a los espectaculares templos de Nikko y seguimos por mas monte. Ya en dirección suroeste vamos cruzando todas las cordilleras de la isla de Honshu. En los Alpes Japoneses tocamos las primeras nieves, y hermosos valles nos llevan por la 'Japanese Romantic Road' (la carretera romántica de Japón) hasta Gifu y Sekigahara, el límite cultural del este y el oeste japones. El sol sonrie cuando cruzamos el lago Biwa y entramos en la anterior capital imperial, Kyoto. Un buen carril-bici nos ayuda a llegar a Nara, otra espectacular ciudad imperial. Allí pasamos un par de noches en el Nara Cafe, cocinando tortillas de patatas, como no. Para llegar a Osaka tomamos la antigua carretera, que aún está empedrada como hace cientos de años. Las fuertes rampas me rompen los muslos y la cadena, que se engancha malamente al desviador y lo parte literalmente. Me encuentro en frente de un centro de salud y afortunadamente los celadores son ciclistas y al tiro me llevan a un taller cercano donde pillo un Deore STX 'baratito' y en un par de horas ya estoy pedaleando otra vez. Salvado!
En Osaka tomo un ferry hasta Miyazaki, ya en la isla de Kyushu. Desde allí y por paisaje de monte bajo y volcanes llego a Kagoshima y tomo otro ferry hasta la isla de Yakushima. Amanece despejado, lo que es una ventaja en la isla más lluviosa del país. Asi que subo los 12 kms hasta que acaba la carretera y comienza la pateada. Aparco la burra, me preparo una mochila para tres días, cando la bici y dejo el resto en las alforjas. Un hermoso camino comienza por bosques donde aún explotan la madera. Tras cuatro horas de subida durilla se llega al bosque de cedros, donde no es raro estar rodeado de más de una docena de estos árboles milenarios. Alli esta el Jomon-sugi, un cedro de puede que más de 7200 años, venerado por el país y protegido de una valla y un circuito de videovigilangia. Es luna llena y docenas de gentes acampamos a la vera del venerable árbol. Subrepticiamente alargo la mano a través de la valla y me llevo unas cuantas ramitas secas como recuerdo. La verdad es que el Jomon-sugi impresiona. Al dia siguiente otro espectacular cielo claro me ayuda a subir al Miyanoura-dake el punto más alto de la isla. Allí quedan los estadales de Marijuana y el amuleto de la familia Nakayama. Bajo al otro lado de la isla, una pareja me da un aventon al bus y vuelvo al estacionamiento por la bici. Alli esta todo tal y como lo deje. Seguramente a lo largo de ese fin de semana por allí pasaron miles de almas. Esto es Japon. Me lanzo a la costa y pedaleo toda la costa de la isla. Bosques con monos y aguas termales a la orilla del mar aderezado con mucha lluvia. Como sea, Yakushima es un buen destino para rodar. Me cruzo con un abuelete de 65 años que en sus ratos libres se dedica a explorar Japón en bici y asi lleva 15 años! Llueve a manta y asi me despido de la isla, tomando el ferry de vuelta a Kagoshima.
De nuevo en Kyushu pedaleo por el volcán Kirishima y de allí desciendo a la costa este/ Tras unos kms por zona urbana la costa se hace mas y mas rural, mas bonita. En Saganoseki pillo el ferry que va a la isla de Shikoku, y visito a Kazumari y Tomoko, que hace tan solo un par de semanas acaban de volver de su vuelta al mundo en tandem durante 13 años! Oishi! De allí al norte de la isla, otro ferry y de nuevo en la isla de Honshu.
Paso por el espectacular templo de Miyajima, y luego por el impresionante parque de la Paz de Hiroshima. Una experiencia sobrecogedora pero muy, muy positiva, mucho. Ya empieza a llover casi a diario. Sigo por la costa hasta otro ferry que me devuelve a la isla de Shikoku. Paso noches al refugio en los templos shintoistas. Para cruzar Shikoku de norte a sur atravieso el túnel más largo de todos, 6 kms, y luego un descenso larguiiiiisimo que me deja en Kochi. Aqui un contacto de un contacto me ha puesto en contacto con un estudiante valenciano de la Universidad Técnica de Kochi, Marc, y han organizado mostrar el audiovisual de los bicicletos a los estudiantes de inglés. Muy buen rollo con Marc, Shane, Pavel, Matsuda y Paul, con los que me doy unos rulitos en bicla por la zona y paso unos dias tranquilos. Sigo la costa de Shikoku, tradicionalmente llena de peregrinos que se zapatean toda la isla visitando templos. En Ikumi me quedo en la casa de ciclistas de Tomoya, y le ayudo a poner a punto su invernadero y a plantar tomates orgánicos, mientras me pone de cerveza Kirin y nabe picante hasta reventar. Un dia me lleva a un onsen especial que funciona con agua extraída del océano a más de 100 m. Otra locura japo! Que si los minerales, que si la terapéutica, que si tal.
Se acerca fin de año, con los dias cada vez más fríos. Paso de la isla de Shikoku a la de Honshu y cruzo las montañas Wei, donde me cae un nevada de ordago y paso un puerto ante la mirada atónita del conductor del quitanieves. Bajo a la costa y paso el año nuevo como se hace aquí: bebiendo sake con los monjes y fraternizando con los lugareños de un pequeño puerto de pescadores. Como es tradición, veo el primer amanecer en la playa, algunos locos se bañan, se pide un deseo, de esos que si se dicen no se cumplen.
Otro ferry para cruzar la bahía de Nagoya y un largo carril-bici que ayuda a pasar a tramos las zonas urbanas. Ya veo alli el monte Fuji, recien nevadito, un volcan de esos perfectos. Me subo a la carretera de los cinco lagos, que lo rodea por el oeste y el norte. Por la noche hace tanto frío que el agua se congela dentro de la tienda. Ultima subida y última vista del Fuji-san, antes de enganchar un largo descenso hasta la llanura del Edo, y así llegar de nuevo a Aikawa, y encontrarme en la calle con Jack y Yumi, que no sabían muy bien cuando iba a aparecer.
A la semana siguiente se casan Yumi y Jack. El trámite legal es tan breve y prosaico que me sabe a poco. Pero la fiestecilla para celebrarlo esta a la altura de las expectativas: gau-pasa psicodélica con música en directo, DJs y las últimas deliciosas cervezas japonesas All-malt. Que vivan los novios y muchisimas gracias por estos meses tan buenos. Domo arigato gozaimasu ta!
Datos básicos del país
Con este apartado pretendemos, en cada artículo, dar una información más técnica sobre el material que utilizamos, así como comentarios y trucos para hacer el viaje en bici más fácil.
www.japancycling.org
Una website muy interesante con sugerencias de ruta, mapas, fotos, contactos, consejos, incluso un archivo imprimible donde está escrito en japonés como pedir permiso para acampar. Los japoneses!