LA ISLA DE OZ
¿Ozzies o Aussies? Difícil decir como les gusta mas llamarse. Tierra inmensa, aún con sabor a pioneros. Los sitios “históricos” tienen cincuenta, cien, no llegan a doscientos años. Y es que la historia que más conocemos es la de los colonos. Estos aún viven muy distanciados de los aborígenes, los primeros pobladores. Más de 250 distintas tribus (unos 750.000 por aquel entonces) de cazadores-recolectores se encontraron con conquistadores holandeses a lo largo del siglo XVII. El choque todavía se nota.
Es la isla-continente, la que produce más vacas del mundo y, tras África, la tierra más seca del mundo. Juegan tres tipos diferentes de rugby, adoran los coches, beben mucha cerveza y tienen algo de vaquero, con su sombrero y su acento cerrado. Yep! Vimos muchos canguros, emús, koalas… animalitos nuevos. Y también vimos “la roca”, Uluru, como la llaman los aborígenes Anangu (o Ayers Rock, como la bautizaron los colonos), una de las visiones más impactantes del viaje. Y visitamos Tasmania, la isla del famoso demonio, que finalmente apareció una aciaga noche ya cuando nos íbamos. Hicimos muchos kms, nos llovió mucho, hizo mucho frío, pero nos reencontramos con el vino.
Northern Territory
Llegamos a Darwin desde Bali completamente borrachos. En el avión nos daban buen vino local gratis. !Qué bonito volver a beber vino! Y en Australia tienen mucho y rico. Mejor y más rentable que la cerveza. Y eso que es el país que más birra bebe del mundo por habitante. El aterrizaje también tuvo su shock: llegamos de nuevo al primer mundo, o sea, todo carísimo. Atrás quedó la barata Asia. Además en la aduana nos registran de pe a pa e incluso nos lavan las bicis. En el camping de Darwin nos encontramos otra vez a Christine y Malcom, los kiwis que están pedaleando desde London a Auckland (Nueva Zelanda). Otros ciclistas se suman al grupo: dos belgas y un finlandés. En Australia no es difícil encontrar practicantes del “ciclismo pesado”.
Salimos camino al Kakadu, parque nacional famoso en el país. Son los primeros km de lo que será un paisaje constante durante muchos, muchos días: un bosque ralo, abierto y quemado en su mayoría. De vez en cuando un curso de agua rompe la monotonía con algunas palmeras y humedales. La primera noche la pasamos con Doub, en su campamento educativo. Al día siguiente tenían la visita de un colegio y esa noche estuvimos cazando cocodrilos. Los de agua dulce, que son más pacíficos y sólo miden hasta 2 m. Nos echamos a los manglares con un par de canoas. El ranger que nos acompaña se lo hace de Cocodrilo Dundee, y pilla una cría de medio metro !con las manos! Esto es Australia amigos.
Seguimos la Old Jim Road, una pista de casi 100 km que atraviesa el parque, polvorienta y monótona. Al cruzar los ríos, podemos leer las señales que avisan del peligro de cocodrilos. Empujamos las bicis con la oreja detrás de la mosca. Dormimos en los creek, cursos de agua temporeros, donde siempre encontramos un agradable charco para ducharnos y filtrar agua. Saliendo del Kakadu nos metemos en el Stuart Highway, la carretera que atraviesa el centro de Australia de Sur a Norte, siguiendo la ruta que hizo el tal Stuart y sus colegas en los 1860s, después de sólo tres intentos. Rectas y rectas y rectas salteadas con unos pocos coches y muchos road trains, camiones de hasta 60 m, cuatro trailers y 110 toneladas que te sacan de la carretera y te dejan el pecho helado cuando te adelantan. En estas llanuras se encuentran las granjas ganaderas más grandes del mundo. Las fincas se miden por miles de km2, el número de vacas por decenas de miles, y se necesitan helicópteros para ojear el ganado. Una noche acampamos en una de estas estaciones ganaderas, con vaqueros de verdad: guapos, altos, fuertes, con sombrero, que beben mucha cerveza y bromean sobre los encantos eróticos de las terneras.
La Stuart HW está salteada por estas granjas ganaderas, un puñado de gasolineras y dos o tres cities, unos villorrios de poca monta donde se reúnen todos los servicios de la región. Los puntos de agua son uno o dos cada 100 km, lo que te exige planificar la ruta con cuidado y llevar siempre encima una buena cantidad de kilos de agua. Mucho tiempo para pensar, soñar, acordar,… mientras pedaleas siempre con viento en contra. A los lados cientos de canguros, algún que otro emu, un dingo por allá, docenas de águilas y cuervos, todos despanzurrados y esparcidos en los arcenes.
Unos 80 km antes de Tennant Creek la rodilla de Juli da su primer aviso. Se queda haciendo dedo y Josetxu sigue en bici hasta el pueblo. Unos días de descanso y vuelta a la Stuart. A los pocos km de la salida Josetxu rompe el eje de los pedales pero puede tirar. Esa noche la pasamos en las Devil Marbles, unos bolos de granito muy parecidos a los de la Pedriza madrileña aparecen en mitad de la nada. Un sitio rechulo. No es extraño que sea un sitio sagrado para los aborígenes. Al día siguiente la rodilla de Juli da su segundo aviso. Paramos en la gasolinera de Wachope y allí cambiamos equipajes y bicis. Juli seguirá a dedo y Josetxu en burra. La cita es en Alice Springs en 3-4 días. De repente aparece una camella y se pone a comerse nuestra comida. No sabemos muy bien como espantarla pero ella sí: le muerde a Juli y patea y pisotea nuestro equipo, se pone muy agresiva. Pero nosotros contraatacamos: Josetxu la tiene a raya a base de pedradas mientras Juli se lleva el equipo fuera de su alcance. Toda la operación delante de la sonrisa socarrona de los aussies y la lente de las videocámaras de los turistas japoneses. Aquí trajeron muchos camellos para construir el telégrafo, el tren y las carreteras del desierto. Ahora, ya en desuso, hay mas de 17.000 camellos asilvestrados. Ojito si te cruzas con alguno.
Por el centro del desierto ya no hay árboles, solo arbustos y poco más. Las noches son gélidas y el agua se congela en las botellas. Tras Wycliffe Well, “la capital del UFO del país”, pasas al trópico de Capricornio, se acaba el calorcito y llegas a Alice Springs, el centro geográfico de la isla. Parada de rigor, descanso y salimos en busca de pistas y rutas alternativas a la Stuart HW. Pedaleamos por las sierras de los West Macdonells hasta el Simpson Gap, un corte espectacular en los muros basálticos de estas montañas peladas. Aquí la rodilla de Juli da su tercer y definitivo aviso. Juli no puede continuar y nos volvemos a separar hasta la siguiente cita en “la roca” Uluru. La pedalada sigue por las pistas que atraviesan la garganta de Owens Springs. Mucha cotorra, loro, cacatúa, periquito. Los atardeceres son ensordecedores con tanto chillido. A lo largo de un día aciago con 9 pinchazos, llegamos al cruce de la Lesseter HW, el desvío que en 250 km por el interior del desierto te lleva hasta la roca. La primera visión de esta mole arenisca paraliza. Era mediodía y presentaba un refulgente color escarlata. Pero esta mamotrética piedra cambia de color de forma espectacular a lo largo del día. Im-presionante. Juli llegó al día siguiente, y al mismo tiempo que Luis, un madrileño que se había quedado con furgoneta y sin novia en mitad de Australia. Luis también le pega al pedal, y tras enterarse de nuestras vicisitudes nos propone un cambio de roles: Juli en fregoneta y él en burra con Josetxu. Dicho y hecho. Tras las visitas de rigor a Uluru al amanecer y al atardecer, con un bicicleto nuevo, continúa la pedalada hacia el sur.
South Australia
Por aquí olvídate incluso de los arbustitos: puro hierbajo. Tuvimos un regalito con días de viento a favor, que luego pasó a ser en contra, como no. Eran los primeros 600 km de Luis ciclando con los bicicletos. Al llegar a Coober Pedy, “la capital del ópalo del país”, otra rodilla, esta vez la de Luis, da su primer aviso. La temporada va de tendinitis y dolores de rodilla. Desde aquí abandonamos la Stuart HW por la Oodnadatta Track, una pista que discurre paralela a la antigua línea férrea que unia la costa sur con Alice Springs, la Old Ghan. Entramos pedaleando sin alforjas Luis y Josetxu, con Juli detrás pilotando la fregoneta. Pasamos la Dog Fence, la valla más larga del mundo, que recorre 5400 km desde la costa de South Australia hasta la de Queensland. Esta valla de 1.4-2.4 m de alta, separa físicamente las ovejas de los dingos, los perros carnívoros depredadores del desierto. Gracias a la valla, el dingo se salva de ser exterminado por los ganaderos. Curiosidades.
Entramos en la Great Basin, una inmensa cuenca lacustre por debajo del nivel del mar, con el paisaje más árido y seco de Australia, lleno de lagos salados, dunas y cantidad de surgencias de agua que lega desde las montañas del Great Dividing Range. En medio de esta desolación se encuentra la granja ganadera de Anna Springs, la más grande del mundo, con una extensión del tamaño de Bélgica. Necesitan avionetas para controlar el ganado. Los helicópteros se quedan chicos. Una pasada más de Oz.
El segundo día de pedalada la rodilla de Luis da su segundo aviso. Juli al rescate y Josetxu vuelve a rodar sólo. Nos separamos en William Creek, “la ciudad más pequeña del pais”, y quedamos de vernos en los Flinders, unas montañas preciosas unos 500 km más al sur. Juli y Luis van a dejar bidones de 5 l de agua para tener agua cada 80 km y facilitar la pedalada. Logística felpecta, todo apunto y bajo control, hasta luego, muac, muac, nos vemos en una semanita. Ja, ja, ja. Esa noche cae la del pulpo, la pista se convierte en un barrizal sólo apto para 4WD con cadenas. Josetxu la pasa debajo de un plástico mientras Juli y Luis se quedan sin batería 13 km más adelante. Los paisanos del lugar se lo hacen debuti y nos rescatan, rejuntan y recargan la batería. En menos de 24 horas todos juntos de nuevo. Al día siguiente salimos poco a poco del barrizal, y tras menos de 50 km rompemos el eje delantero de la fregoneta! Otro rescate, la grúa, el taller… Total: unas 75.000 púas. Grrrrrrr.
Otra vez en la ruta Luis y Josetxu al pedal y Juli al volante. Llegamos a los Flinders, montañas bonitas, muchas pistas, mucho animalito, bosques de nuevo! Desdue aquí comienza el Mawson Trail, un circuito de más de 800 km de pistas que llegan hasta la misma ciudad de Adelaida, que lo están acondicionando para convertirlo en un clásico para cicloturistas. La rodilla de Luis da su tercer aviso y otra vez: rescate, separación y cita. Seguimos más o menos la misma ruta, que discurre por los valles vinateros de Claire y Barossa con sus correspondientes catas de vinos y visitas a las legendarias bodegas de donde han salido esos caldos que tanto hemos degustado en Australia: Yalumba, Stanley, De Bortoli. Hmmm.
Las viñas dan paso a las praderas llenas de vacas, borregos, ovejas, y llamas y vicuñas! Aquí se le pega a todo bicho que de lana. Cruzamos el río Murray y seguimos la costa por el Coorong, un paisaje lleno de dunas y lagunas de vivos colores. El invierno dice que no se retira y llueve y graniza a diario. Son las conocidas showers, o chaparrones de 10 minutos. Los justos para empaparte si te pillan desprevenido y sin la chupa puesta. La intemperie, como dice Juli. En el bonito pueblo de Mount Gambier nos reencontramos y descansamos unos días. Quedan unos 600 km hasta Melbourne, la última tirada en esta isla.
Victoria
La costa que se extiende al este de Melbourne y la bahía de Phillips, es una accidentada sucesión de acantilados, islotes, bahías y calas que han sido testigos de multitud de naufragios. Desde los años de 1930s cuenta con una de las carreteras más escénicas del mundo, la Great Ocean Road, que va culebreando paralela al mar durante casi 400 km, ofreciendo es-pec-ta-cu-la-res vistas. La ruta atraviesa algunos de los vestigios de bosque tropical del pais, y sube y baja por una sucesión de cabos y playas que hacen las delicias de surferos, moteros, domingueros y bicicleteros. Lo que comenzó como un proyecto para dar empleo a los cientos de veteranos australianos de la Primera Guerra Mundial, ahora se ha convertido en uno de los mayores destinos turísticos del estado de Victoria. Los 100 primeros km más próximos a Melbourne tienen menos sabor, pues están bastante urbanizados. Pero el resto merece mucho la pena. Las imágenes de los 12 Apóstoles, el cabo Otway, los milenarios mirtos y helechos gigantes de los bosques húmedos, las pistas que discurren por el itinerario original…La verdad es que es una de esas rutas clásicas que si puedes te la apuntas en las piernas.
En Torqay, a menos de 100 km de Melbourne, se acaba la Great Ocean Road y se juntan los bicicletos. Entramos en la segunda ciudad de este pais, bastante grandecita, donde nos esperan “los Growler”, los Gruñones. Monica es ozzie y Mike de la isla de Jersey. Con él pedaleó Josetxu un par de semanas en Mali en Noviembre de 2001. Desde entonces estamos en contacto y ahora nos podemos ver otra vez las caras. Todo un gustazo. A los dos días llegó Miguel Angel, el hermano de Juli, en su IV visita a los bicicletos. Va el primero en el ranking. Otro gustazo más que viene con regalitos, cartas, noticias, cotilleos… Que bueno que viniste Miguelón. Y bueno, el último gustazo fue haber conocido a Luis, que se marchó con su fregoneta camino a Sydney y de allí de vuelta a Madrid. Detrás nos dejó un regalito (dos pares de parrillas delanteras y de camisetas) y las ganas de volver a pedalear juntos con las rodillas a punto.
Tasmania
Y tanto que nos había dicho que era muy bonita para la bici, que si el demonio, que si patatín, que si patatán, que nos fuimos pa´Tasmania. Desde que salimos de Madrid, aquel otoño lluvioso del 99, no habíamos tenido tan mal tiempo. Las showers pasaron a ser temporales, los vientos se convirtieron en galernas y los fríos trajeron nevadas. Pedalear bajo la nieve no mola nada, sobre todo si luego tienes que poner la tienda por ahí… Josetxu se adelantó una semanita para rular en bici, mientras los Hermanos Martínez se paseaban por Victoria. La ruta desde Hobart a Strahan, ya en la costa oeste, a pesar de las nevadas y las lluvias, los vientos y un pequeño accidente (besar el suelo y tres salamis), y algún que otro momento “delicado”, nos enseñó bastante bien como es esta isla: montes y bosques, lagos y cascadas, mucho verde y mucha agua. Con tanta lluvia la ruta fue casi siempre por asfalto, pero incluso por las pistas, en su mayoría de grava, se rodaba muy bien.
Saliendo de Strahan la lluvia arrecia y tras dos días pasados por agua, los Martínez llegan al rescate del ciclista con un cochecito, en un hotelito muy cuco, con chimenea y varias cervezas por degustar. Y así continuamos la visita a la isla: la bici dentro del coche, y paseítos por los Parques Naturales, cantando bajo la lluvia, picnics con paellita aquí e hígadito encebollao allá, quesito de Tasmania allí y vinito de Victoria acullá. Las tormentas no parecían tan. Miguel se regresa y nos regala una semanita más de alquiler de coche. Hasta la próxima Miguel y lo dicho, muchas gracias. Nosotros seguimos explorando Tasmania y las nubes siguen lloviendo. Así que más picnics y trekkings.
El último día que anduvimos por Tasmania merece contar la anecdota. Al atardecer subimos al monte Wellington, justo encima de Hobart, la capital de la isla. La vista es de esas de postal, pero allí arriba el viento te corta el cutis. Salimos corriendo del coche para la foto de rigor y Juli se olvida las llaves dentro. No hay copia y solo quedan dos coches mas en el estacionamiento. Llega una pareja y el tipo se lo hace debuti y nos abre el coche con una percha! En un arrebato eufórico Juli le da un abrazo y todo, cosa poco usual en estas latitudes. Ya dentro del coche intentamos arrancarlo y nada. Resulta que hay una mega-antena en la cumbre que crea un flujo magnetoestático que nos impide desconectar el bloqueo de la batería! Joder!!! El último coche que resta es un campechano padre con dos niños. Entre todos empujamos el coche hasta salir del círculo electromístico y por fin arrancamos pero... casi no tenemos gasolina! Bajamos las cuestas ya de noche, sin tocar el acelerador y con los dedos cruzados. En mitad de la angustia, creemos haber visto un demonio de Tasmania cruzarse en la carretera. Todo acabo bien, incluso elegimos una gasolinera Ampol en vez de una Caltex, para no darle mas duros a Bush.
Regresamos a Melbourne, al albergue de los Gruñones. Hacer otra vez las maletas, meter la bici en una caja, comer carne de canguro, ver vídeos y beber vino con Monica y Mike. Muchas más gracias. Bueno Mike, a ver si volvemos a rodar juntos! Y después de noventa días por esta isla-continente, nos vamos a por las antípodas.
Datos básicos del país
Con este apartado pretendemos, en cada artículo, dar una información más técnica sobre el material que utilizamos, así como comentarios y trucos para hacer el viaje en bici más fácil.
¿Dónde llevar tanta agua?
Vimos un par de casos en que llevaban bidones de 10 l y más. El problema es cómo llevar tanta agua para cruzar el desierto. Lo primero es olvidarse de los botellines de ¾ de litro y pasarse a las botellas de 1.5 l, de plástico PET (las típicas de Coca-Cola), que se pueden plegar y entran perfectamente en los botelleros normales para bicicletas.
Y lo segundo es llenar el cuadro de botelleros para evitar sobrecargar las parrillas y repartir mejor el peso del agua. Se pueden poner dos en el interior del cuadro, uno o dos por debajo de la barra diagonal dependiendo del tamaño del cuadro, uno en la potencia del manillar, otro en la tija del sillín, uno a cada lado de la horquilla delantera…