El turco
Aquí si podemos decir que se acaba Oriente y entramos en Occidente, con total seguridad en Istanbul, donde la mezcla de estos dos mundos llega a su máximo esplendor. Entramos en Turquía y de nuevo oímos a los muecines y vemos a las mujeres cubriéndose el cabello. ¡Y de nuevo rodamos por una carretera con arcén!
Hasta las orillas del Egeo seguimos en Turquía, ese país moderno y laico que creó el general Atatürk de los restos del imperio otomano, pero que ahora tiene a un primer ministro musulmán de carácter moderado que genera incógnitas sobre la modernización y la laicidad de su país. Sea como sea, un país lleno de historia, de buena comida, y de hospitalidad incondicional con los viajeros. Muy buenas las pedaladas turcas.
Llegamos por la costa del mar Negro, subimos al Kurdistán (ojo, que no existe oficialmente), a la meseta de Anatolia, y la Capadocia. Aquí Corinne y Josetxu nos separamos, cada una a buscar sus orígenes, hacia Alemania e Hispania. Eso sí, con la promesa de reencontrarnos pronto, y antes del final del viaje.
El mar Negro
Siguen los días de sol por la costa. La gente nos regala fruta por el camino, nos dejan acampar a cubierto, nos invitan incesantemente a beber té. Muy buen rollo el turco. La primera noche la pasamos en un chiringuito en una playa. Cuando teníamos desplegado el campamento de repente aparecieron sus propietarios: una cuadrilla de jóvenes, masculina toda ella. La noche acabó tarde y con muy buen sabor de boca. A té.
En Trabzon estuvimos con Murat, que una noche nos cocinó unas anchoítas del mar Negro que ole. Turquía nos sorprende en sus supermercados: no hay noodles, ¡ni leche en polvo! Claro que es uno de los únicos 20 países del mundo que son autosuficientes en comida e incluso exportan. Así que nos pasamos al bulgur y a la leche fresquita. Eso sí, no venden cerveza en las tiendas. Aunque al final… pillamos.
Murat nos lleva a conocer el parque nacional del valle de Altindere, donde se puede ver el monasterio de Sümela excavado en la roca. ¡Cuánto fervor! Pasamos por Maçka, donde ocurrió el accidente aéreo del avión Yak-42. Un monumento recuerda a las víctimas. Gaaaato. Murat nos despide entrenándonos en el sabor de la cerveza Efes, que nos gusta y lo seguirá haciendo hasta salir del país.
Salimos rumbo al sur, ganando altura. La rueda trasera de Corinne se empieza a agrietar. Las máquinas también sufren. Menos mal que en Erzincan encontramos una buena sustituta. Salimos hacia el sur y al desviarnos hacia el sur un control militar vigila la carretera: entramos en el Kurdistán.
Kurdistán
Entramos en territorio kurdo y a partir de aquí los controles militares se multiplican. Pero fácil, todo muy fácil. Pedaleando una tarde por un espectacular cañón vemos un venado. No veíamos este tipo de animales salvajes desde... ¡China! En Tunceli, buscando un lugar donde acampar llegamos a una pradera al lado de un río. 4 estrellas. Un poco más allá hay un chiringuito con té y parroquianos. No hay problema. Karşılama. Té, luego raki. Acabamos durmiendo en casa de uno.
Cruzamos en ferry el grandioso río Éufrates. Controles antes y después. Todo muy bíblico. En Elazığ nos quedamos unos días con Kemal, que es un genio y un encanto. Su único defecto es que le va al Fenerbahçe. Nos lleva de marcha, a turistear, jugamos a los vampiros en un club de estudiantes. A Corinne la rebautizan como Queen, y a Josetxu como Hoshe. Así es esto de los idiomas. Con Kemal, su novia Amen, su familia y su primo Ismail pasamos un fantástico finde intentando visitar las ruinas del Nemrut Dağı. Pero ya no llueve, diluvia. Pero bueno, nos dimos una ruta gastronómica épica. Çok tesekküler!
Anatolia
En Malatya nos acoge Ahmet, que toca la batería y sabe cocinar muy bien las dolmas, esos vegetales rellenos de arroz y verduritas. Rico, rico y con condimento. Se celebra el día de la República Turca y Ahmet tiene desfile. La ciudad se envuelve en banderas y retratos de Atatürk, el padre de la patria. Las fuertes lluvias y vientos traen las primeras heladas y nieves. Los últimos pasos a más de 2000 m nos muestran los dientes del invierno, ya eminente.
Un día de perros encontramos refugio en la Jandarma, que son como los Guardias Civiles de Turquía. En el destacamento solo un soldado habla inglés. El mando en cargo tiene 26 años. Nos pasamos unas buenas horas de cháchara y té. Por la tarde pararon un camión y nos arreglaron un ride hasta Kayseri, donde teníamos el contacto de Faruk, el hermano de Ahmet. Allí recogemos un paquete con una tienda nueva, libros, una carpa. Muchas gracias a Joserra y Jeza y Juli y Pepe.
Días fríos, con alguna nevada, viento gélido. Los turcos nos siguen abriendo sus casas. Y alguno nos abrió las alforjas, brrr. Llegamos a Kayseri, a los pies del volcán Erciyes, uno de esos de postal. Ahora impresionante, nevado. Descansamos un par de días con unos estudiantes de Medicina más centrados en Facebook que en sus estudios. Paseamos por el mercado, el castillo, el centro es coqueto. Las noches fueron muy intergeneracionales y divertidas.
Capadocia
El sol calentó los dos días que nos tomaron ir desde Kayseri a la Kapadokya, que parece un escenario de la peli de los pitufos. Iglesias, graneros, establos, hasta ciudades enteras escavadas en unas formaciones rocosas alucinantes. Son las toneladas de magmas de los volcanes circundantes, como el Erciyes, erosionadas por el aire y el agua durante milenios. Los humanos nos dimos cuenta y desde el Neolítico nos pusimos a rascar, y rascar, y rascar, y el resultado es realmente impactante.
Nos desviamos a ver el valle de Soğanlı. Muy recomendable. Allí los eremitas desarrollaron una comunidad numerosa, con sus iglesias, sus lugares comunes, sus palomares… Después visitamos una de las ciudades subterráneas en Derinkuyu, con su puerta rodante, sus pozos de agua, sus comedores… Increíble. Y acabamos en Göreme, una población muuuuy turística, de loca arquitectura, y que atrae por su famoso museo al aire libre, Patrimonio de la Humanidad.
Y hasta aquí llegamos los dos. Queen se va a pasar tres semanas por el Medio Oriente con él. ¿No os lo he comentado antes? Y Hoshe sigue solo rumbo a Europa. Han sido poco más de seis meses y 10000 km juntos. Un buen score. Seguro volveremos a rodar más, mi queridisima Tac-tac. Quedamos en vernos de nuevo y acabar este mogollónico viaje en Madrid. Inshallah!
Ankara
Tras una buena despedida de Corinne, vuelvo a la ruta en solo. Se van los soles y vuelven las nubes. ¡De Göreme a Avanos hay carril bici! Se desvanece el paisaje lunar de la Capadocia y vuelven los páramos. Un día se me hace tarde y llego a unas naves en mitad del campo. Está la puerta abierta y entro a preguntar. Un padre y un hijo con poco conocimiento de inglés me invitan, como no, a pasar la noche allí. Flipan con mi bici reclinada. Bueno, flipan con la situación. Al poco rato de instalarme en su oficina llegan dos camiones llenos de pipas de girasol, y ¡necesitan procesarlas durante la noche! Vaya nochecita.
El termómetro baja y asi llego a Ankara, la capital turca y segunda ciudad del pais. Allí me recibe y aloja Alper, que quiere recorrer el mundo a dedo y me deja las llaves de su casa y se va. Bueno, al tercer día pude cenar con él y congeniar mas. Le doy un repaso a la burra: nuevos cables, cadena, dos platos. Lista para otros 11000 kms. Un grupo de miembros del Hospitality Club (ver ficha técnica) me recibe calurosamente. Me enseñan la ciudad, merendamos juntos, paseamos en bici. Realmente hospitalarios estos turcos. A pesar de ser la capital no tiene un centro histórico muy significativo. Me gustó subir al castillo y ver la enorme ciudad alrededor.
Bursa
Salgo poco a poco de Ankara. Entre autovías y muchas patrullas militares circulando. Los soldados se extrañan al verme pedalear la reclinada. Mi rumbo es al oeste. La ruta no pasará por Istanbul. Mi pequeño Lepanto con Meliz retrasa nuestro reencuentro sine die. Una pena. Pero no hay mal que por bien no venga, y con el corazoncito roto decido cruzar a Europa por el estrecho de Dardanelos, y así me evito el pedo de atravesar Istanbul.
En estos tramos veo más bosques y montes que los páramos del altiplano. Eso sí, el frío igual. Poco a poco llego a Bursa, la verde Bursa, antigua capital del imperio otomano. Mi estimado Hakan me ayudó tanto que al final hasta me dio pena seguir. Hakan es un maduro, atractivo, dulce y gentil turco, que me dió mucha hospitalidad, muchas cervezas Efes y mucho Galatasaray mientras llovía unos dias. Me abrumó tanta generosidad.
Hasta allí llegaba la seda china, como se aprecia en algunos caravasares. Uno esta reconvertido en hammam y me doy el lujo del famoso baño turco, con masaje incluído. Otro día conocí a Karagöz y Hacivat, dos albañiles que vivieron en el siglo XIV cuyas controversias impidieron la conclusión de las obras de la gran mezquita de Bursa hasta que el sultán los mandó matar. Estos legendarios personajes fueron resucitados en el teatro de sombras chinescas que aún hoy se pueden disfrutar.
¡Europa!
Vuelve a lucir el sol y apuro la pedalada. Llego a Lapseki y tomo el ferry a… ¡Europa! En el ferry me dejan entrar gratis, me dan té, se salen los turcos. Hasta el final. ¿Será lo mismo al otro lado del Mediterráneo? El ferry llega a Gelibolu, más conocida antes por Galípoli, donde los turcos detuvieron la invasión británica en la 1ª guerra mundial, y el comandante Atatürk se hizo famoso.
Mucha historia por estos paisajes. Seguimos por la D550 y asciendo el paso Kuru Dağı, tras el que comienza la autovía. Ya en Keşan y entre una niebla espesa tomo la autovía hasta la frontera con Grecia. Me cruzo con dos cicloviajeros en su ruta a Istanbul. Unos vienen otros vamos. Turquía, muy, muy recomendable para pedalear. Claro que para echarse novia... es otro cantar.
Datos básicos del país
Con este apartado pretendemos, en cada artículo, dar una información más técnica sobre el material que utilizamos, así como comentarios y trucos para hacer el viaje en bici más fácil.
Hospitality Club http://www.hospitalityclub.org/
Muy útil. Ya habíamos oído hablar de ella en África, como la red SERVAS. Ya cuando rodábamos por Latinoamérica abrieron una website más actualizada y desde entonces funcionamos con ella. Según dicen: “Los miembros del Club de Hospitalidad de todo el mundo se ayudan los unos a los otros cuando viajan, ya sea dando un techo bajo el que dormir por la noche o con una visita guiada por la ciudad. Unirse al Club es gratuito y todo el mundo es bienvenido”. Otra red similar es: https://www.couchsurfing.com/