Italia

APENINIA

Que podemos decir de nuestros vecinos latinos. En cosa de ruinas no se quedan atrás de sus vecinos griegos. De hecho mogollón son de origen griego. Y de historia es otra historia. Por aquí ha estado el centro del mundo durante muchos siglos, y eso se nota. El centro de la cristiandad ha elegido quedarse aquí. Y el creador de la tele-basura también. Cuando llegué a Berlusconi la habían roto la nariz con una torre de la catedral de Milán. La ópera.

Buenos anfitriones estos italianos. Me acogieron tan bien y tantas veces que se me olvidan rápido las noches acampando a la intemperie, los amaneceres con la tienda empapada... Brrr. ¡Mangia, Jose, mangia! Y venga pasta. Hmmm, que rica. Con mis paellas y tortillas de patata salgo airoso. En vinos estamos empate. Me puse bien de Lambrusco, rosadito, un poco cabezón. A moderarse.

Y seguimos rodeando las costas y saltando de isla en isla. La ruta fue desde las llanuras de la Puglia a subir los Apeninos y rodar la costa calabresa hasta el estrecho de Messina. Salto a la isla de Sicilia y costa este y costa sur hasta el extremo oeste, en Trapani. Y otro salto más a Sardegna y a rodar por la costa este hasta el siguiente salto… Eso sí, es invierno y los días son más cortos y las noches más largas. Y frías.

La Puglia

Salí en ferry de la isla de Corfu, y al llegar al puerto de Brindisi, me encuentro con alguien gritando mi nombre. Italo, el padre de Ermes, me estaba esperando. Gracias a las listas de warmshowers.org y hospitalityclub.org, se me facilita mucho viajar por las europas. Era el cumple de Ermes y por la noche fuimos al concierto de Mezzatesta & Soci. Al día siguiente su madre me corta el pelo, me voy con Italo a hacer la compra. Todo en familia. Muy divertido.

Aprovecho el buen tiempo y me lanzo al sur. La idea es quedarme por la costa para evitar los fríos. En Italia conducen demasiado rápido y los arcenes casi no existen, así que voy buscando seguir secundarias. Uso mucho la vía de servicio o 'complanare', que me ayuda a recorrer distancias largas de forma segura y poco atractiva. Como la vida misma. A veces las direcciones son un lio y en los cruces hay que escudriñar las indicaciones de las poblaciones entre docenas de carteles de supermercados y hoteles. Pero bueno, mola preguntar a la gente. Los italianos son de esos que se tiran un buen rato para decirte la siguiente a mano derecha, les gusta el verbo, preguntan qué haces, gesticulan como en las películas... che cazzo de bicicletta! Buen rollo.

Paso por Taranto y me gusta. Paro, compro un libro y un par de docenas de mejillones que crecen en su bahía. Me parecieron pequeños pero me alegraron la cena a orillas del mar. Era un eucaliptal y a la mañana siguiente tengo un pinchazo. Grrr. Hago muchos km de costa, el mar saca todo el muestrario de colores. Ahí están las montañas de los Apeninos. A por ellas.

La Calabria

Segunda cordillera épica de Europa. Recorre toda la península. En el sur los Apeninos son montañas y puertos de baja altura, con las cumbres redondeadas que descienden casi verticalmente sobre el mar Tirreno. Disfruto de sus bosques y hermosas carreteras. Desde arriba la costa esta espectacular. Rumbo al sur por la estrecha tira de terreno que hay entre monte y mar.

Entro en la Calabria. Un perro me aparece en una subida, me sigue a una distancia prudencial, luego a la par. No parece agresivo, quizás este hambriento. Al llegar arriba le comparto un poco de pan y aprovecho para salir de najas. La velocidad del descenso me ayudan a dejarle atrás. Amistades caninas, las justas.

Llego a Tropea y me quedo con la encantadora familia Rambola. Es Navidad y os podéis imaginar las comilonas. La familia tiene un par de pequeños apartamentos en su finca que alquilan. Me dejan uno para mi solito… Paseo por la bonita Tropea, visito su famosa isola Bella, sus acantilados. En el horizonte se ve la isla de Estrómboli y su famoso volcán. Me paso por el curro de Salvatore y regresamos juntos. Lisa no me deja que le cocine nada, cuida mucho sus dominios y nuestros estómagos.

Sicilia

Salgo de Tropea y sigo por la costa este calabresa hasta Villa San Giovanni, me subo al ferry y ya estoy en Messina: ¡Sicilia! Messina, por donde Ulises se las vio con Escila y Caribdis. Me hospeda Roberto, que es un encanto y habla muy bien castellano. Tuvo novia sevillana, claro. Rober organizó una fiesta de nochevieja con muchos viajeros, guiris, amigos... de tan borracho hasta cante karaoke. Me acuerdo de que al día siguiente no me acordaba de casi nada. Eso sí, los fuegos artificiales con el continente en frente fueron muy chulos.

Luce el sol y me llego a Catania tras un caluroso día por la bonita costa este siciliana. Esta ciudad que vive a los pies del Etna, ha sido destruida más de una vez por este espectacular volcán. Paso un par de días con la familia de Anna Maria, que también habla bastante bien castellano. Cocinamos, le pegamos al vino... En fin, como en casa. Sigo y en Siracusa visito a Gianni, un veterano de la bicla y el viaje. Paseamos en bici por la isla de Ortigia. Siracusa es antiquísima, una de las grandes colonias griegas de ultramar, y luego un importante centro romano. Ruinas e historia a tutiplén.

Llego en bici a la puntita sur de la isla y después son unos cuantos km de subida a Ragusa, donde me espera Fabio, un downhillero que además juega al rugby. Aquí el invierno volvió a hacer de las suyas y pasaron unas buenas heladas. Pero me las paso con Fabio de marchita, o cocinando con la madre y las dos hijas y la cuñada, todas fervientes partidarias del matrimonio y la reproducción.

El primer día de sol salgo en bici pero las lluvias me dan treguas de pocos minutos, y el itinerario se hace más azaroso. Por suerte al pasar por Agrigento lució el sol y visite el valle de los templos. Muy bonito. A pesar del frio y lluvioso invierno me voy cruzando con otros ciclolocos. Una pareja de ingleses van camino a Asia, la pregunta es mutua: ¿dónde pasaste la última noche? Y una familia completita, de tres niñas, un niño, una mama y un papa, de las galias, recorriendo el sur de europa durante ¡¡¡un año!!! Flantastico.

Llego a Trapani donde me hospedan Päivi y Santeri, una pareja de veganos finlandeses que van viajando por todo el mundo y escribiendo libros para viajar con poco y menos, y no creen en la muerte. Ahi es na'. Tomo otro ferry que me deja en Cagliari, Cerdeña.

Sardegna

El ferry es de noche y llego a Cagliari, al sur de la isla de Cerdeña, de mañanita. Comienzo a rodar por la costa este en dirección al norte. Hay tramos de carril-bici. Tengo que hacer unas cuantas docenas de km para atravesar todas las urbanizaciones, que como hongos, están apareciendo a los largo de todas las costas de todo el mundo, en su mayoría con muy mal gusto y pésimas consecuencias. La era de la acumulación, podríamos decir.

Cuando el paisaje se hace más rural y orgánico, aparecen las montañas del Gennargentu y las lluvias. Amanece nublado pero sin lluvia, así que me pongo a subir y comienza a llover, lógicamente. Sigo cuando amaina y a pesar del palomo lo agradezco. El Parque Nacional del Gennargentu es lo más salvaje que rodaba desde... los Balcanes?! Por encima de la línea del bosque hay pastos llenos de cabras, vacas y caballos salvajes. La carretera sube a 1000 m y las vistas al mar son espectaculares. El viento y el frio también. Me duele tanto el pie izquierdo que me quito la bota para ver si tengo algo rozando y veo el dedo chico del pie morado del frio. La posición de la bici reclinada y la subida y el frio no ayudan mucho a la circulación.

Entre lluvias y soles llego a Olbia y me pedaleo la carretera de la Costa Smeralda. Pensé que iba a ser más salvaje, pero aquí también llegaron las urbanizaciones. Brrr. Duermo poco antes de de Santa Teresa, de donde salen los ferris a Córcega. Cerdeña me regala un atardecer de esos de chillido. Al día siguiente temprano tomo un ferry muy corto y muy caro para pasar a la isla de Corcega. ¡Ciao Italia et salut la France!