Francia

ALPINIA

Que gran país. Y eso que lo hemos padecido mucho, pero ahora ya mira más al sur. Todo es más multicultural. Con sus ventajas e inconvenientes. Que parece que también los hay. Pero con ese toque más republicano y laico. Tiene su aquel los gabatxos. Y eso que Sarkozy el su neoliberalismo ya dejan huellas claras, es nuestro espejo. Desde luego que vienen unos tiempos que no sé no sé.

Ya empieza a dar un poco de vértigo ver el final más cerca. El penúltimo país antes de llegar a casa. Menos mal que siempre me ha gustado Francia, y los galos me regalaron muy buenos encuentros: Philippe y su prole en la costa, y nuestro adorado Patricio en los Alpes. Eso sí, chupamos frío, y mucho. Nevadas en la Camarga y días de viento peleón. En la playa de Montpellier hacíamos bolitas de nieve, un paisaje único y gélido.

Este tramo lo rodamos con Lionel, al que conocíamos del bar Sugarbabes de Vancouver. Un sitio lamentable donde encontrar gente interesante. Como es alpino solo le costó un día desde su casa para conectarme. Y fue en Barcelonnette, la patria chica del mismísimo Patrice Ponza. Un compañero de ruta de Senegal, Burkina Fasso…

Córcega

El puerto de Bonifacio es realmente impresionante, con la ciudad dominando los acantilados erosionados en desplome sobre el mar. Que chulada. Ruedo por la costa, poco tráfico, buenas vistas. La noche me llega en una estación de servicio abandonada. ¡Más progreso, más progreso! Por la noche entra la tormenta…

El día siguiente lo pasamos bajo agua y en una biblioteca municipal viendo llover. Cierran y salgo a buscar donde acampar al refugio de la lluvia. A oscuras avanzo y llego a un espacio inmenso y oscuro. Está claro, aquí va a ser. De repente un coche avanza por algo que parece una pista y tachan, los promotores del hipódromo me invitan a pasar la noche en las tribunas. Me ruedo el circuito entero en bici, por supuesto, y acabo en la sala de jockeys.

Llueve a manta un par de días, en las cumbres se acumulan las nieves. Siempre que veo el cielo azul tras estos chubascos me palpita el corazón y me pican las piernas. El tercer día amanece con nubes pero salgo del extraño escenario donde he incubado la borrasca. En un día más llego a Bastia, desde donde salen los ferris al continente. El ferry hace la travesía por la noche. Cada pasajero se distribuye por el inmenso barco a buscar un nidito. Yo dormí en la discoteca como un lirón.

Breve en la costa azul

Llego una mañana temprano a Toulon y toco el timbre de la casa de Philippe, mi anfitrión. Como le hacía falta pintar unas cositas aquí, poner unas estanterías allá, barnizar unas persianas acullá, me quedo a ayudarle con su casa y su gineceo de cuatro hijas y dos ex-esposas. Afortunadamente no viven todas juntas. Así que me voy a pasar unos días por aquí, currando y descansando, con buen queso y buen vino de naranja. Y que me echen lluvia. Culito seco, culito feliz.

Al final me eche casi un mes en casa de Philippe, haciendo bricolaje (remunerado) y cocinillas. ¡Disfrutando de la vida en familia! ¿Será que estoy poniendo ya el huevo? Han sido semanas de convivencia intensa, familia, amigos, Saint Felicien... ¡Merci beaucoup papa!

Los Alpes

Una buena tarde llegaron Ana y Txarlie desde Turquía.Nos encontramos en Junio pasado allá por Kashgar en una esquinita de China, cada uno en su ruta, y desde entonces rodaron con Lisa y Urs por Kirguistán, luego con Corinne por Turquía y los Balcanes, y ahora me toca a mí. Así es esto de la 'bike connection'.

Tan sólo fue un día de pedalada en que rodamos por la Costa Azul, las Calanques, atravesamos mil rotondas, cruzamos Marseille y acampamos juntos en un camping de las afueras del extrarradio de la ciudad. Ellos van deprisa para llegar a Euzkadi en menos de una semana, porque se casan en pocos días. Quedamos en que nos vemos en Durango con nuestra socia de ruta, la gran Corinne de Boulder. Yo tengo otra ruta y otros planes: iré a Barcelonnette a visitar al mero Patrice Ponza, al que encontramos en su vuelta al mundo en bici en Marzo 2000 en Mauritania. Allí también me reencontraré con Lionel, al que conocí en Vancouver hace dos años y que se ha hecho también con una reclinada y regresa a Canadá en bicla.

Me voy adentrando en los Alpes, muy cargaditos de nieve. Aun hace frío pero tengo suerte y voy encontrando contactos donde alojarme: Anne y Julien en Forcalquier, Clèmence en Espinasses. Justo antes de la lluvia llego a Barcelonnette y me encuentro en la calle con el mero Patrice. Menos mal que no ha cambiado nada el muchacho, ahora 10 años mayor. Una larga noche y al día siguiente llega Lionel desde Grenoble en su máquina. Otro reencuentro.

Un día espectacular andando con las raquetas por el Col de la Larche, otra noche larga. Aprendemos del negocio familiar de los Ponza: pompas fúnebres. Y de alguna trastada con el coche negro. Nos despedimos con un par de promesas: el vendrá a rodar a Madrid el último día del viaje, y nosotros le visitaremos este verano para ayudarle a acabar su casita de más de 400 m2.

Por el sur

Dejamos atrás los Alpes, aún más cargaditos de nieve, volvemos a ver a Clèmence, Anne y Julien, conocemos a Eric en Aix-en-Provence. La última gran nevada de la temporada nos sorprende en la Camargue, con el delta del río Rhône cubierto con 40 cm de nieve y un mistral lacerante: ¡parece Siberia! El termómetro no sube de 4º por el día. Brrr… No nos dejan pernoctar en el estadio municipal, así que asamos una noche congeladora en el albergue de la Fraternité Salonnaise, con los vagabundos y despistaos del mundo. Buena pantalla.

Pasamos Montpellier, que chula, y sus carriles bici desde la playa. Un día rodamos por el bonito Canal du Midi hasta Béziers. El viento es tremendo y el frío intenso. Tras un día de pedalada los pies están duritos y blanquitos. Pasamos noches en hoteles y albergues. A pesar de rodar por la costa la nieve todavía se acumula a los lados de la carretera. Pasamos Narbonne, Perpignan. La cumbre nevada del Canigou nos despide de Francia y una bonita mañana rodamos por la “route de les Cols” y estamos en el Coll dels Belitres, la frontera con... ¡Expain!