SEGUNDO TAN
Tayikistán ha sido el principal objetivo de este tramo del viaje. Queríamos rodar por la M41, la mítica Pamir Highway. Pamir significa ‘techo del mundo’. Y por esa carretera entramos a Tajikistán, nuestro segundo ‘tan’. Sus fronteras son otro ejemplo de las jugarretas de Stalin para mantener el Asia central controlada: grandes minorías concentradas en distintas esquinas del país. Así son los tanes.
Es el tan más pequeño. La más pobre de las ex repúblicas soviéticas, y la que menos recursos naturales tiene. Más de la mitad de su superficie son montañas que dejan unos pocos valles con planicies inmensas donde se concentra la agricultura. Y ahora hay muchas compañías chinas construyendo carreteras, túneles, centrales hidroeléctricas…, invirtiendo, que se dice. Aquí hablan farsi, no las lenguas túrquicas de sus vecinos. En todo el mundo lo hablan 100 millones: un barrio de China.
Ya empezamos a ver rasgos indoeuropeos. La mayoría de los tayikos son musulmanes. Los pamiris son ismaelitas, chiíes pero distintos: las mujeres participan en el culto junto a los hombres, leen el Corán y también lideran en los oficios, que tienen lugar en un salón que tiene más usos públicos, como celebraciones, bodas, reuniones. La verdad es que dan una imagen de su religión muy distinta a nuestros prejuicios en ‘occidente’.
Pamir highway
La Pamir Highway se encuentra entre las carreteras más espectaculares del mundo, como lo atestiguan las docenas de cicloturistas que la recorren cada año. Nace con la belicosa relación entre los imperios ruso y británico, durante los años del Great Game (1813-1907). Su actual trazado fue construido por ingenieros militares soviéticos en la década de 1930 y hasta la fecha, presumen de mantenerla abierta a lo largo de todo el año, lo que no deja de ser un reto para la segunda carretera internacional más alta del mundo.
Desde el paso de Kyzyl-Art (4282 m), y los cuernos de la cabra de Marco Polo que corona el paso se extienden los valles desérticos y las cadenas de montañas. Asfalto en mal estado y peores pistas no desmerecen el paisaje impresionante de valles glaciares, lagos turquesas, hielo y roca. El descenso nos acerca a las orillas del lago Karakul. Sin comentarios. En el descenso nos cruzamos con otra pareja camino a Kirguizia. Para rodar fácilmente esta ruta podemos contar la hospitalidad de los kirguizios y pamiris que pueblan estas altas tierras. Nos ofrecerán sus yurtas para dormir y calentarnos por unos módicos 5 €, nos compartirán su agua y sus pocos enseres.
El asfalto acaba en unas yurtas y unas ruinas del destacamento Muzhkul. Acampamos protegidos por el viento y en compañía de más ciclistas. Saliendo de allí nos tocan unos km muy corrugados, y luego unos 8 km más compactos hasta el paso Aqbaytal (4655 m), el más alto de los que vamos a rodar por estas latitudes. Momentos pletóricos. Los cuerpos ya están aclimatados a la altura, la máquina rueda bien, solo queda sufrir y disfrutar, el coctel del cicloturista. Bajamos con mal asfalto unos 5 km, que luego mejoran hasta el asfalto de mala calidad hasta Murghab.
Parada obligada para descansar y avituallarse. Hay mercado con muchos productos que ruedan por esta carretera, desde Rusia y China hacia Afganistán y más allá. Podemos beber cerveza Báltica, y darnos unos cubetazos de agua caliente. En el albergue coincidimos con una pareja de sesentones en bici. ¡Que maravilla! Los alrededores de Murghab están esquilmados de matorrales que utilizan como combustible doméstico. El desplome de la URSS tuvo duras consecuencias para las periferias soviéticas y sus frágiles ecosistemas de alta montaña.
Salimos con viento en contra. Nos da tregua a medida que la orientación de los inmensos valles cambia, pero en algunos páramos nos da de lleno en la nariz. Pasamos el Naizatash Pass (4137 m) y se hace duro pedalear con tanto viento. Cocinar algo se nos hace difícil con la ventolera, los guantes vuelan lejos si te despistas. Esa tarde por fin llegamos a un manantial donde crían truchas. Hay yurtas donde pasar la noche y decidimos quedarnos aquí y dejarnos cuidar por los pamiris.
Wakhan valley
Seguimos unos km y pasamos Alichur. Unos 25 km después llegamos al desvío de la pista hacia el sur que lleva al corredor Wakhan, y la frontera afgana. Aquí sabíamos que iban a pasar unas colegas ese día o así, y dejamos un mensaje en una piedra que ellas encontrarían después. Sin teléfono. Toma ya aldea global. Pista en muy mal estado con unos 15-20 km de subida hasta el paso Khargush (4355 m) y 15 km de bajada hasta el destacamento de Khargush. Algunos tramos muy peleones entre lagos turquesas y rebaños de yaks, campamentos de yurtas en medio de estos grandes espacios. El descenso ayuda a recuperar el aliento. Pasamos el control militar y descendemos hasta el río Pamir, la frontera natural con Afganistán.
Aquí tenemos otro de esos grandes encuentros con un hamburgués que recorre el mundo en su camión todoterreno pintado de amarillo, una pocholada con una casa incorporada, y una pequeña pero bien surtida bodega: ¡vino!, a orillas del Pamir. En fin. Al tajo. Los camellos bactrianos pastan por los alrededores mientras rodamos km en un entorno aislado pero de dramática belleza. La fortaleza de Ratm Fort nos anuncia el espectacular valle del Wakhan. Nos encontramos con un lugareño en bici que de forma hilarante desciende con una rueda parcheada con un trozo de tela. Le ponemos una de nuestras cámaras y sale disparado… no tiene frenos. Llegó antes que nosotros.
En Langar parada y fonda. Al día siguiente elegimos fortaleza y aguas termales en vez de petroglifos. Este sitio da para una buena inmersión cultural, y termal. Seguiremos por el valle del río Wakhan, a los pies de la cordillera del Hindu-Kush, visitando más fortalezas, más termas y más vestigios de la legendaria ruta de la seda. Y todo mezclado con buenos momentos con familias muy cariñosas, gentes que nos regalan albaricoques secos, más cicloturistas.
Khorog
Ya estamos en Khorog, la capital de la región. Hay internet, cerveza fría y muchos cochazos. Al otro lado del río ya es Afganistán, y los narco dólares pululan por la esquina de uno de los países más pobres del mundo. Mañana hay mercado transfronterizo, y pamiris de ambos lados se juntan en un recinto a charlar, mercadear, encontrarse. Nos pasaremos a verles las barbas a los vecinos y luego rumbo a Dushanbe.
Salimos de Khorog junto con Jan, un australiano-holandés en su viaje en bici de vuelta a Oz, tras 30 años residiendo en Holanda. La carretera continúa a la vera tayika del rio Panj, frente a Afganistán, donde el paisaje es más rústico. El estado del firme es deplorable, quizás una de las peores carreteras que hemos pedaleado en nuestra vida. El avance es lento pero aun nos cruzamos cada día con varios cicloturistas en su ruta por los Pamires.
En Kalaikhum tomamos la ruta norte que sube el puerto de Khaburabot (3252 m), son 36 km cuesta arriba por una pista en muy mal estado. Pero claro, las piernas ya están hechas. Arriba y abajo otros 36. La carretera no pilla asfalto hasta 80 km antes de Dushanbe. Pero mucho antes, unos 150 km, la cadena se me engancha y se bloquea entre los radios y los piñones, y como estoy pedaleando en una cuesta arriba fuerte, arranco de cuajo el separador y desvío el cuadro. Una avería gorda. Muy, muy gorda. Corinne y Jan se adelantan unos 5 km hasta un cruce a hacer dedo y yo llego poco a poco empujando la burra. En un rato unos camioneros que van de vacío se ofrecen a levarnos por poca plata y así llegamos a Dushanbe.
Dushanbe
Una capital pequeña, muy sencillita y sin talleres de bici que me puedan ayudar a reparar la bici. Así que llamo a mi brother y en un par de días me envía un desviador de repe. Muchas gracias Juan. Con una llave inglesa enderezo lo mejor que puedo el cuadro y hasta ahora funcionan todas las marchas.
En Dushanbe funcionó de maravilla la conexión de Corinne. Resulta que Dushanbe (¡que significa lunes!, qué feo) es ciudad hermanada con Boulder (Colorado), la patria chica de Corinne. Los contactos con-tacto nos dejaron un apartamento en el centro de la ciudad pa' nosotros solitos mientras reparábamos mi bicla, pedíamos visas y demás. Cada noche cenamos con la pila de ciclistas y moteros y mochileros con los que nos hemos ido cruzando en las semanas anteriores y con los que coincidimos en Dushanbe. Un tal Michael, de Bavaria, se pasa casi todos los días. Mas info: Corinne.
La embajada de Azerbaiyán le cobra el doble a Corinne que a mí, y la de Turkmenistán se tarda una semana más, siempre y cuando que les presentemos el visado azerí primero. Un timo y un lío de tiempo y dinero, para al final tener un visa de tránsito de cinco días y atravesar el país en tren. Así que hacemos cuentas de gastos y días y nos sale mucho mejor pillar un avión baratito desde Tashkent, la capital uzbeka, hasta Baku, la azerí. Sacamos el e-ticket por internet (¡como cambian los tiempos!) y ponemos rumbo a Uzbekistán.
Última tirada
Justo al norte de Dushanbe está el paso de Aznob. Los chinos están construyendo una carretera nueva aun cerrada al tráfico. Claro que si pagas un módico peaje a la policía, o si vas en bicla, pues pasas, ya sabes. Son 75 km cuesta arriba desde Dushanbe a la boca del túnel, por donde sale literalmente un río de agua. Fueron 5 km pedaleando sin luz ni ventilación e inundado en gran parte. Atravesarlo fue toda una pantalla de videoconsola.
Al otro lado la carretera continúa por una bonita garganta que poco a poco se abre ya en Penjikent, cerca de la frontera. Desde Ayni dejamos la nueva carretera china y se volvemos a la tónica de este país: asfalto roto. La última noche la pasamos con las Bibis, unas muchachas que tienen a sus maridos en Rusia y a sus hijos con ellas, y a las vacas, y a las cabras. Una realidad cada vez más extensa en estos tanes. Vamos por el tercero.
Datos básicos del país
Con este apartado pretendemos, en cada artículo, dar una información más técnica sobre el material que utilizamos, así como comentarios y trucos para hacer el viaje en bici más fácil.
De ruedas
Entre una rueda de 26” (típica de MTB, cruisers) y otra de 700 mm (carretera, híbridas) se juegan muchas llantas torcidas, radios rotos, neumáticos fáciles de encontrar por todos los lados… Es toda una elección. Nosotros optamos por 26”. Y para dejarnos de sorpresas: radios de acero de 1 mm, llantas triples o de bici de downhill, gomas de kevlar o una cinta antipinchazos.