BREVE MALAYO
Fue casi un visto y no visto. Cuando llevábamos una semana allí, cambiamos de planes y pa’ fuera. Y no es que sea un país que desmerezca. Malasia es un tanto más modernita y desarrollada que Tailandia si cabe. La comida sigue siendo deliciosa y puedes disfrutar menús chinos, indios y malayos, todo en una misma calle, una gozada. Es un territorio donde conviven tres comunidades: malaya, india y china. No sabemos muy bien hasta donde se “mezclan”, pero parece que no mucho.
Malasia ya la conocían los romanos por su oro, luego pronto llegaron los chinos, árabes, portugueses, holandeses, británicos, tamiles. Entre tanto mercader se ha hecho uno de los países más prósperos del sudeste asiático. Ahora el Presidente es un musulmán “moderado” que lidera un partido que domina una coalición que gobierna este estado federal.
Las carreteras son mejores por lo que los coches van más deprisa y hay más camiones, lo que las hace menos disfrutonas y más peligrosas cuando no hay arcén, que es muy usual. Con poco bosque tropical virgen y muchas plantaciones de palmeras, Malasia es uno de los principales productores del mundo de aceite de palma. Seguro que tiene mucho más que disfrutar y ver que nosotros nos perdimos.
Subimos a los montes
En el mapa vimos las “Cameron Highlands” y allá que fuimos. Al cruzar la frontera conocemos a una pareja muy simpática: tailandesa ella y alemán él, con amigos en Valencia y que chapurrean español. Primeros ánimos y contactos. Empieza bien la cosa. La primera noche en Kerong preguntamos a los polis donde hay un surau, especie de monasterio musulmán, pero nos lo desaconsejan y nos envían a un templo chino. Allí sólo hay una monja de retiro que nos recibe y hospeda. La cosa sigue bien. Seguimos rodando y entrando en materia. Los precios son un poco más caros que en Tailandia pero los musulmanes son más abiertos. Las chicas llevan un conjunto de pañoleta y pantalones vaqueros de rabiosa moda, y se pintan los labios de carmín. La Segunda noche la pasamos en otro templo, esta vez hindú. Incluso compartimos velada y cervezas con un grupo de indios bigotudos mucho más interesantes y tranquilos que sus parientes de la India. La cosa va bastante bien. Llegamos a la ciudad de Ipoh por la horrenda nacional 1. Una vez allí vemos una iglesia anglicana y les pedimos permiso para pasar la noche. Bingo. Ya tenemos triplete. La cosa continua realmente bien.
Tras dejar la carretera principal comenzamos una ascensión de 66 km a las Cameron Highlands. Es una zona protegida con bosque “casi” intacto donde se encuentran muchas aldeas Orang, los habitantes originarios de la península malaya. A mitad de puerto encontramos un surau y le preguntamos al “párroco” que nos echa de mala manera. Somos infieles. No pudo ser el cuadruplete, aunque conseguimos el permiso para dormir en el aparcamiento de un club deportivo, algo más afín a nuestra fe. La subida discurre en sus últimos km entre plantaciones de té y granjas de fresas y hortalizas, rodeadas de bosque tropicoso, lagos y cursos de agua. Un sitio chulo con un clima insuperable: fresquito. Eso sí, los fines de semana y vacaciones no debe de ser muy apetecible.
Bajamos de los montes
En las Cameron nos encontramos con varios personajes. El primero es el ciclista mundial Ernest de Reus, que salió de Barcelona cuando lo hacíamos nosotros de Madrid, y anda subido en la bici a su aire y viendo el mundo. Aupa Ernest. Luego coincidimos con la asturiana Noemi y su galán, el galés Oliver. Se conocieron en la isla de Martinica y desde entonces no paran de hablarse en francés. Ahí es na’. Con ellos cayeron unas cervezas cuantas y una cenita india. Salud! Y luego apareció Ana María, que venía de Sudáfrica en su camino de vuelta a Madrid.
Nos subimos al Gurung Brinchang en un día de esos de nubes, entre bosque denso y sudores. Al volver al pueblo un tipo nos comenta que el gobierno indonesio se dispone a cambiar su política de visados turísticos. A partir del 1 de Mayo pasarán a ser de sólo 30 días improrrogables, y a costar 50 $. En esos momentos eran dos meses gratis. El cambio nos impediría recorrernos mucho de este país en bicicleta: Indonesia es como cuatro veces la extensión de España distribuida en alrededor de 15.000 islas! El rumor nos lo confirman una pareja que viene de allí. Es 26 de Abril por la noche y decidimos cambiar de planes. Otra vez. Pasaremos de Singapur y sus virus (sniff!) y nos lanzamos deprisa a la isla de Pinang, a por un ferry que nos deje en Sumatra.
Así que al día siguiente un descenso de lujo de 60 km por bosque tropical, y pasamos del frescor montañero al tórrido clima de la costa oeste malaya. A Juli le da una pájara y pedimos cobijo en una pequeña aldea. El madero del puesto nos lleva al porche de la clínica pública, donde a la mañana siguiente, a las 5:30 am en punto, un grupo de mujeres chinas “maduritas” mueven sus gráciles cuerpos a ritmo de tai-chi delante de nosotros. Es la señal de levantarse. Cruzamos las zonas productoras de palma. En Malasia hay 21 especies diferentes de este árbol. Volvemos a rodar la fatídica nacional 1, y a dormir en los templos hinduistas. En uno de ellos había un anciano gurú y todo, no sabemos si de producción local o importado de la India.
El mediodía del 29 entramos en Georgetown, el primer enclave inglés en Malasia. Una bonita ciudad de aires coloniales, calles con soportales, barrios chinos, indios… La última noche es de cervezas de oferta, a 7.90 ringgins la Anchor. No sabemos lo que pasa al otro lado del estrecho de Malaca. Al día siguiente cruzamos en barco una de las autopistas marítimas más concurridas del mundo. El horizonte está lleno de barcos y lluvias. Malaysia done!
Datos básicos del país
Con este apartado pretendemos, en cada artículo, dar una información más técnica sobre el material que utilizamos, así como comentarios y trucos para hacer el viaje en bici más fácil.
Alojándonos en Malasia
Siguiendo nuestra ya tradición, seguimos pidiendo alojamiento en los templos. Pensamos que no se debe a un creciente misticismo de nuestras vidas. Más bien es que rodamos por este sudeste casi siempre en temporada de lluvias. A pesar de su islamismo moderado, a los musulmanes malayos no les mola mucho ver infieles merodeando. Nuestros intentos en los surau fueron siempre infructuosos. Pero en este país puedes preguntar en templos chinos (numerosos), iglesias cristianas (escasas), o a los indios tamiles (más numerosos aún), que no se muestran tan reticentes. También hay que tener en cuenta que nosotros rodamos a lo largo de la costa oeste. Ernest nos comentaba que la costa este es más musulmana y tradicional.