PANAMéricA
Panamá es el hilito de tierra que une las Américas. Y el hilito de agua que une el mar Caribe con el océano Pacífico. Curiosamente aquí se celebran dos fechas de independencia: el 28 de Noviembre la de los conquistadores españoles promovida por Bolívar, y el 3 de Noviembre la de Colombia promovida por Roosevelt. Y es que Panamá es el Canal y sus alrededores. Todo gira en torno a la mayor obra de ingeniería de sus tiempos. Sólo se había unido antes dos océanos en Suez. Desde allí vinieron los ingenieros franceses a comenzar a unir los mares, y la obra al final se hizo tan cara que tuvieron que venir los norteamericanos a acabarla. Y a crear un país.
Como nos pasó en Australia con AC/DC me ocurrió aquí. Llego acariciando el sueño de ver al creador de Pedro Navaja, pero Rubén Blades es el flamante Ministro de Turismo del gobierno de ¿centro-izquierda? de Torrijos. Al hijo del General que recuperó la soberanía panameña sobre el canal le han tocado los tiempos del TLC. Los norteños devoran América paso a paso. Mientras, aquí renuevan relaciones diplomáticas con Castro y Cuba. Que no está mal.
Los espacios naturales de Panamá son de los mejores del mundo tropical. Las playas del Caribe, las selvas primarias como la del Darién, los bosques húmedos de los volcanes del oeste, los ríos de aguas cristalinas. Por cierto que el agua de Panamá es de las más ricas y puras del mundo. Una noticia muy buena para los ‘ciclistas pesados’. Y es que todo está un poco menos explotado y ensuciado que en el resto del mundo. A ver cuánto dura así.
Empieza Centroamérica por terreno inexplorado para los biciclet@s. A fin de cuentas por Colombia ya habían rodado antes Crisa y Juli, y ahora rodamos solitos. Tampoco está mal, pero esperemos que no por mucho tiempo.
Ciudad de Panamá
Aquí iniciamos Centroamérica. La selva del Darién cierra el paso a las carreteras entre sudamérica y el resto del continente. Terreno muy apto para contrabandistas, coyoteros, guerrilla y aventureros que quieran andar 4-8 días por selva tropical cerrada. Para todos los demás, para llegar a Panamá hay que tomar barco o avión desde Colombia. Yo lo hice con Aires (sic), la compañía que vuela directo desde Cartagena, más rápido y barato a la larga, pero claro, te pierdes navegar por el Caribe, las playitas, las islitas...
Aterrizamos en el istmo centroamericano y no hay problemas con las restricciones migratorias (sin boleto de salida obligatorio) ni aduaneras (con desinfectante en las ruedas gratis). Los aduaneros me echan una mano a montar la burra en el aeropuerto. Tras dos horas de cuestionario y cuando todo está listo les pregunto cómo llegar a Panamá y me dicen que ¡está muy lejos!, a más de 30 km!!! En fin, nadie nos comprende.
Aquí funciona el dólar, al que le llaman ‘balboa’. Los billetes son los verdes y las monedas son de dos tipos: local y estadounidense. Pero el ambiente sigue siendo latino. Me quedo en el Casco Viejo, muy chulo y con mucho sabor. Por las noches impresiona ver el perfil del centro financiero de la ciudad, con más de 50 entidades bancarias de todo el mundo instaladas en los rascacielos que iluminan el malecón y el Pacífico. Todo muy, muy moderno. Pero los chinos regentan las tiendas como en el resto del mundo, la cerveza es barata y se vive en la calle.
Allí conozco a Silvia, de la Oficina Cultural de la Embajada española. Silvia me echa una mano y la Oficina no. Como siempre que hemos llamado a las puertas de las instituciones españolas en los dos últimos años. España va bien, vamos. La colaboración llega de Hilario, un asturiano que lleva más de ocho años viviendo allá, y tiene un bar-restaurante que es el centro ‘vivo’ de la comunidad española. Allí comemos codillo y ponemos el audiovisual, y bebemos birras y todo bien. Muchas gracias a Hilario y a toda la gente de la Taberna 21.
Una tarde voy con la bici a ver mastodontes marinos navegar a través de las esclusas del Canal. La verdad es que impresiona. Paso por el Chorrillo, el barrio que fue masacrado por los marines cuando agarraron a Noriega. Se ven muchos solares vacíos, los ‘huecos’ testigos del bombardeo de una barriada popular que tenía la desgracia de albergar el cuartel donde se refugiaba el ex-agente de la CIA. En fin, culebrón gringo. Allí está el Parque de los Aburridos, cantado por Rubén, donde los parroquianos se pasan las tardes enteras jugando al dominó. Y aburriéndose.
En ruta
Salgo por el Puente de las Américas. En la era post-9/11 todos somos terroristas, y para cruzarlo en bici y-no-fo-to-gra-fi-ar-lo, me escolta una patrulla de policía. Absurdo pero cierto. La carretera panamericana es una autopista con buen arcén en su mayoría, que discurre cerca de la costa del Pacífico hasta Santiago. Hace mucho calor por el día y por las noches llueve a veces. A partir de aquí se comienzan a atravesar unas montañas bajas, con terrenos boscosos, abiertos para el pastoreo de ganado y atravesados por ríos grandes de aguas claras donde parar a refrescarse. Así hasta David, la capital de Chiriquí, que es la provincia de más al oeste. Me gustó este último tramo.
La montaña
La salida de David por la panamericana es un horror de autopista con muchísimo tráfico pesado. Se nota la frontera muy cerca. En Concepción me refugio de la lluvia en la estación de bomberos y a la mañana siguiente dejo las tierras bajas de la costa y me subo una cuesta de casi 40 km hasta Volcán, un pueblito de montaña a los pies del volcán Baru. Esta montaña es el techo del país, y dicen que desde la cima se pueden ver los dos océanos. Con este acicate me subo el volcán para apreciar... dos océanos de nubes y dos docenas de antenas. Pero la ascensión por el bosque nuboso es muy linda.
Con las piernas doloridas de tanta cuesta arriba y abajo, toca descanso y filetes por unos días. En Volcán celebran su aniversario y el pueblo esta revoltoso con el ruidoso ‘reguetón’. Visito las ruinas del sitio de Barriles, el centro ceremonial de una cultura extinta hace como 600 años y que ocupó toda la cordillera de Talamanca, desde el sureste de Costa Rica hasta el oeste panameño. Sorprendente.
La carretera recién asfaltada sigue serpenteando por cuestas empinadas llenas de cafetales. Veo muchas culebras aplastadas como sellos en el pavimento. Llegando a Río Sereno veo una viva, grande y serpenteando por la calzada. Un camión le pasa por encima y el conductor sale con una panga para rematarla. Expeditivo. En la frontera hago cola con un montonazo de ‘panas’ que van a cruzar a territorio ‘tico’ a recolectar café. La diferencia de salarios anima a migrar al país vecino. Mis ánimos son otros. El 26 de Diciembre llegará una amiga desde Madrid a pedalear Costa Rica. No hay tiempo que perder.
Datos básicos del país
Con este apartado pretendemos, en cada artículo, dar una información más técnica sobre el material que utilizamos, así como comentarios y trucos para hacer el viaje en bici más fácil.
La zona franca de Colón
Colón es la segunda ciudad del país. A orillas del Caribe y dominando la entrada del canal, fue construida como parte de la megalómana obra. Ahora es el segundo puerto franco del mundo después de Hong Kong. Toda la utilería electrónica está muy barata y a los amantes del mundo digital les puede beneficiar mucho una visita. Lo malo es que hay que aguantar un ambiente tenso, entre violento y peligroso, lleno de trapicheos y contrabandos. Hay más mayoreo que venta al público, y quizás se pueden buscar las gangas en la propia Ciudad de Panamá. Pero también puede valer la pena. Yo no fui.