Mozambique

Continente
Fechas del viaje
03 Mayo 2001 - 28 Jun 2001
Crónica del país

MOZAMBIQUE

Que rico volver a oír una lengua latina. Desde Guinea-Bissau no volvíamos a oír hablar portugués africano. Y la verdad es que mola mogollón. A pesar de que los portugueses no dejaron aquí fama de buenos colonizadores, volvemos a degustar una cocina más elaborada: pescaito frito, marisco, matapa (salsa a partir de vegetales, cacahuates y coco), cabrito, cabecitas, lengua. En fin, una delicia.

Mozambique tarda en arrancar desde la sangrienta guerra civil de más de 17 años, justo después de la guerra por su independencia. Aun se observan las señales: no es raro ver zonas acotadas para el desmantelamiento de minas antipersonales. Se calculan más de tres millones abandonadas por todo el territorio. Tras ellas, los mutilados son parte del paisaje de casi todas las poblaciones.

A pesar de todo es un país hermoso, con playas preciosas, montañas, selvas, ríos. Pero sobre todo la gente. Muy, muy entrañable. Entramos por la puerta grande, de la mano de un Viceministro, y de mano en mano, mozambiqueña o española, recorrimos el país en casi dos meses, con cinco malarias y sin gastarnos un duro en alojamiento.

Maputo

Llegamos a Maputo por la mañana, con todo el día por delante, siguiendo la técnica de entrar en las ciudades de día para tener mucho margen de maniobra. El azar quiso que el ahora Viceministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Joao Carrilho, hubiera estudiado en una Universidad de Brasil con un amigo de Mari Paqui, la hermana de Pepe, uno de los bicicletos. Joao nos recibió en su despacho y nos arreglo la estancia en la capital: un chalet alejado del centro pero en el casco urbano. Nos puso en contacto con el Ministerio de Juventud y Deportes, con los que quedamos citados para la siguiente semana con los medios de comunicación en un acto publico donde nosotros formaríamos parte de una campaña anti-SIDA, valiéndonos de nuestro recorrido para realizar charlas y encuentros en las diferentes poblaciones por las que pasaríamos. Todavía no sabemos cuanto tiempo y cuantos países han de pasar hasta la semana que viene.

El despliegue de los bicicletos en busca de ayuda se intensifica en esta ciudad donde entenderse es fácil: Entrevista en la radio nacional, un articulo en el periódico, varias citas fallidas con la televisión, contactos con empresas variopintas, publicidad, pesca. Al final se obtiene un resultado positivo, una contribución de 300 dólares por parte de Jesús Blanco, de la empresa Crustamoz.

En el terreno del papeleo conseguimos un salvoconducto firmado por el Sr. Cónsul de Malawi en Maputo. Podíamos llegar tranquilamente hasta la frontera de este país sin que corrieran los días de visado, pues estos empiezan a contar desde el día que te ponen el sello. Así pues, nos harían la visa en Blantyre, ya en Malawi, gracias a dicho documento. Decidimos fiarnos. Muy importante fue encontrar a Zanu y Csu, que trabajaban para Caritas y nos proporcionaron mucha ayuda y amistad.

En lo que se refiere a gastronomía es de destacar el pescado variado y fresco y sobre todo el marisco. El langostino tiene fama de ser el más sabroso del mundo y esta tirado de precio; aunque esto se está acabando porque cada vez se demanda más desde el propio Mozambique. Hasta hace bien poco era sólo para exportación. Las empresas pesqueras españolas controlan ese producto.

Una noche estando de marcha nos encontramos con un tipo que decía ser muy importante artista. Actuaba en el local de al lado y nos hizo un precio especial para el grupo de españoles ciclistas. Su actuación consistía en hacer paly back mientras dos chicas bailaban desenfrenadamente. El CD del play back fallaba y era un poco vergonzoso. Al cabo de unos días lo vimos en televisión en un video musical de la misma guisa. Se llama Tinito.

Pero no todo fueron buenos encuentros y apoyo a los bicicletos. Salimos de Maputo sólo cuatro porque Pablo, nuestro ultimo fichaje, cayo con malaria, y Juli se quedo con el para cuidarle. Nos encontramos más tarde en Quissico.

La ruta hasta Inhambane

El primer día tras salir de Maputo llegamos a Manhisa y allí contactamos con la Fundación Clinic, dependiente del Hospital Clinic de Barcelona. Nos hospedaron los Xavieres, tres investigadores que llevan varios años trabajando sobre la malaria, ya sea en el laboratorio, en la profilaxis o en el tratamiento de enfermos. En su laboratorio pudimos observar con nuestros propios ojos por primera vez el parásito de esta traidora enfermedad.

Días de rodaje fácil con ricas mandarinas, cocoteros y el mar cerca. Con algún que otro rato de calor y con Josetxu con asomos de fiebre que no le impedían pedalear con normalidad. Así llegamos a Inhambane, ciudad preciosa pero de capa caída, que esta situada en la salida de una gran ría, cerca de la playa de Tofo. Mica nos encontró en el jardín de su casa con las tiendas montadas mientras practicábamos movimientos de tai-chi. Su gesto de asombro no era para menos, no nos conocía. Habíamos llegado allí a través del contacto de una amiga de una amiga. Después de un rato y de las debidas explicaciones quedamos tan amigos. Holga, Pablo y Josetxu dieron negativo en las pruebas de malaria que el servicio mozambiqueño de salud realiza gratuitamente.

Hacia Villankulos

Ya desde los primeros días una extraña y terrorífica presencia nos acompaña a lo largo del camino, los campos de minas antipersonales. Mozambique tiene para muchos años de búsqueda y desactivación de estos artefactos comprados a países como España, uno de los grandes productores a nivel mundial. Alcanzamos Villankulos sin reventar ninguna mina, durmiendo necesariamente en poblados o aldeas que es donde hay garantías de que ya no hay. Al llegar conseguimos nuevamente alojamiento gratuito gracias al padre Sandro, dos habitaciones en una misión. Tuvimos buenos momentos con Mike y Elsa, dos currantes del camping Baobab, a orillas de la bahía de Villankulos. En el bar que regentaban Pablo se esguinzó un pie saltando la barra para servirse un whisky.

Cambiamos de deporte, esta vez marino. Intentamos snorkling (bucear sólo con aletas, gafas y tubo) dos veces. La primera vez nos engañaron y nos llevaron directamente a un camping de lujo en la isla de Bazaruto. Carísimo por supuesto. Mal encontronazo con su manager y Josetxu temblando de fiebre. Esta vez si es malaria. Nos volvimos. En este viaje entablamos relación con Demian, un argentino afincado en New York. Muy majete. A la segunda vez lo conseguimos. Sin Josetxu y sin Ana, que por simpatía, se agarro también una buena malaria. Ana llegó a estar montada en la barca, pero se sentía mal y decidió prudentemente no hacer el viaje que te lleva todo el día. Recomendamos vivamente vivir esta experiencia del snorkling. Junior, el mismo con el que contratamos el snorkling, nos acogió en su casa de la playa. Allí pusimos las tiendas y dejamos a los tres enfermos, dos maláricos y un esguinzado, en el hospital improvisado.

Chimoio

A medida que vas subiendo hacia el norte el calor se va haciendo más presente. El bosque también se cierra y las poblaciones entre Inhassoro e Inchope escasean y has de planificarte bien la ruta para no quedarte sin agua ni comida. Un autobús con tres bicicletos nos adelanta cerca de Macoche. Desde la ventana nos gritaron la cita en Chimoio. Antes de Chimoio te encuentras unas montañas con fuertes pendientes, muy frondosas y verdes. Cuando llegaron Holga, Juli y Pepe, este último tenia ligeras fiebres que remitieron con el descanso entre Chimoio y el lago Chicamba.

Gran encuentro: Mario (Marito) y Leonor, a los que conocimos porque Mike y Elsa (los del camping Baobab en Villankulos) nos dijeron que tenían un backpacker. En realidad aun no lo habían construido pero tenían jardín y allí nos metieron. Unos días más tarde nos invitaron al sitio donde van a construir el backpacker, en el lago Chicamba. Un sitio precioso para bicicletear. Una región que se hace salvaje a medida que se va acercando a la frontera de Zimbabwe. Con dolor de corazón dejamos a Marito y Leonor, y también a Enric, un muchacho habilidoso e inteligente que cocinaba las cabezas de cabra como Dios.

La región de Tete

Seguimos camino hacia el norte, hacia Changara, entre curiosos mogotes de roca. Las fiebres de Pepe aparecen de nuevo y Holga también se suma. A Changara llegaron temblando. Allí nos acoge un gran personaje, el padre Alberto, que llevaba más de treinta años trabajando en una zona bien difícil y con poblaciones muy desfavorecidas. El padre Alberto y su cocinero Chico nos cuidaron y nos trataron como a reyes. En Changara pudimos contemplar el eclipse total de sol, 100%. Una buena sorpresa fue que nos volvimos a encontrar con Marito y sus hermanos que habían ido a ver y fotografiar el eclipse. En esta ocasión quedaron en el hospital Holga y Pepe, que se encontrarían con el resto en Moatize, cerca ya de la frontera con Malawi, en casa de Mari Paz, Iluminada y Paco. Todos ellos son cooperantes que cobraban sueldos mozambiqueños, o sea, menos de 40.000 púas al mes.

A los pocos días pudimos comprobar que el salvoconducto funcionaba y entramos en Malawi. Nos dieron tres días para llegar a Blantyre y obtener allí el visado.

Datos básicos del país

Capital
Maputo

Con este apartado pretendemos, en cada artículo, dar una información más técnica sobre el material que utilizamos, así como comentarios y trucos para hacer el viaje en bici más fácil.

Ficha técnica

Limpiando los ejes

Este truco es muy viejo, y no merece la pena olvidarlo. Si pones una anillita de trapo o fieltro (las mechas de los chisqueros es lo mejor) atada al eje, a medida que ruedas el trapito te va limpiando los ejes. En general, no es muy estético, pero te mantiene el cromado de la pieza y con ingenio puedes tunearla.

Mapa con la ruta