Mauritania

Continente
Fechas del viaje
16 Mar 2000 - 25 Mar 2000
Crónica del país

EL DESIERTO POR MAURITANIA

Mauritania ha resultado ser más agradable que todas las advertencias juntas que tuvimos desde Madrid hasta su frontera. Riesgo de pillaje por parte de la poli, gente falsa y cerrada, moros soberbios y racistas. Todo quedó atrás. Seguro que nos acompañó la suerte, pero, en honor a la verdad, conocimos gente muy amable, austeros pero muy cordiales, los polis sólo nos han pedido agua y algún cadeau que otro, y nada llegó más lejos que la picaresca a la que estamos más que acostumbrados.

Entramos en Mauritania

Alcanzamos el paso fronterizo con el convoy de vehículos que sale de Dakhla (Sáhara Occidental) todos los martes y viernes. Allí subimos las burras a distintos camiones y coches, y nos repartimos en diferentes vehículos. La mayoría de estos vehículos son parte de una exposición de coches y camiones de segunda mano, con solera, que se irán vendiendo a lo ancho de África occidental. Justo al mediodía de la segunda jornada de travesía, después de atravesar quince kms. de tierra de nadie minada y sin escolta oficial, llegamos a la aduana: un chiringuito minúsculo con cuatro agentes, perdido en mitad del inclemente desierto. Tenemos que explicar más de una vez que vamos en bici. Tras los papeleos de rigor y una consulta odontológica oficiada por Jean-Pierre, el dentista normando, el convoy continúa. Pocos metros, pues justo delante de la frontera persiste una duna, muy conocida por los asiduos, que nos obliga a aplicarnos a todos a cavar arena, empujar coches, remolcar furgonetas, mover placas. Todo bajo la atenta mirada de los agentes mauritanos, que amablemente nos sonríen desde su 4x4. En un par de horas la caravana resuelve el obstáculo y se desata una versión más moderna de "los Autos Locos". Sorteando dunas, baches y unas cuantas (suponemos) minas más, llegamos hasta un nuevo control aduanero, esta vez acompañado de policía y gendarmería. Más papeleos (muy importante hacer la declaración de divisas y no despistarla hasta la salida del país) y ya de noche entramos en Nouâdhibou.

Acabamos, con la mayoría del convoy, en el camping Abba. El sitio está regentado por Momo, una réplica senegalesa de Eddie Murphy, y está cerca de los lugares que debemos visitar al día siguiente: aduana, policía y oficina del Parque Nacional del Banc d’Arguin. Nouâdhibou es un puerto pesquero importante con un barrio colonial francés que se deteriora a orillas del desierto y gentes de muchos lugares. Con cordero a la brasa Momo nos invita a celebrar el año nuevo musulmán. Nosotros nos hemos juntado con un grupo de franceses, mitad bretones mitad camioneros, que tras emborracharnos con Pastis, nos han convencido para invitarles a unas langostas y atravesar con ellos el desierto hasta Nouakchott.

El Parque Nacional del Banc d’Arguin

Las posibilidades de rutas en bici por Mauritania son muy contadas. Más de las tres cuartas partes del país son puritito desierto. Existen dos opciones para salir de Nouâdhibou: a) seguir atravesando el desierto por el laberinto de dunas y piedras que forman el Banc d’Arguin (1.600 ougiyas por persona, es decir, unas 1.200 pts.), disfrutando de un paisaje único; o b) salir en el tren más largo del mundo (de 3 a 5 kms de vagones) camino a Choum y la zona minera del norte del país, disfrutando de su cadencioso traqueteo durante doce largas horas. Nosotros optamos por a), pero conocimos a más de uno que hizo b).

Vamos a comentar, de oídas, algunos datos. Al tren se puede subir el vehículo de forma gratuíta, sea camión, coche, bici o quimera. Desde Choum, parte una pista muy dura, que en aproximadamente 120 kms llega a Atâr. El tren continúa hasta el centro de la cuenca minera donde se encuentra una de las reservas de hierro más grandes del mundo. Marc, un francés, se lo hizo a golpe de pedal (lo menos) y de pinrel (lo más). No obstante, hay transporte público y muchas oportunidades de encontrar pasaje en el coche de alguien. Los alrededores son montañas espectaculares que se deshacen con los aires del desierto, con alguna que otra ciudad milenaria, guarecida entre sus pliegues. Ya desde Atâr hay asfalto hasta la capital.

Nosotros continuamos nuestro convoy particular con las burras dentro del camión de Morgane y Jean-Michel (nuestro lactogurú preferido: seis meses de sabiduría por el desierto y otros seis de pastoreo de cabras en la bella Suiza); Cedéric (hom-bretón que "para ser feliz quiere dejar su camión"); David (otro bretón llamado al pluriempleo) y los Ludos (dos Ludovic curtidos en la alimentación a base de una estricta dieta de conservas y cannabis). Y el primero de todos, siempre adelante buscando los mejores pasos por el desierto, Wanna, un tipazo, guía del desierto, siempre el primero en levantarse, y siempre el más rápido en encender un fuego y hacer té. Sin embargo, no le gustó nuestro arroz "a la sal".

A lo largo de cuatro inolvidables días fuímos rulando entre los distintos camiones, oyendo y contando historias, viendo camellos, dunas, palmeras, acacias, llamando a Berta (una madre Mercedes 1824, 4x4 de 26 añitos), revolcándonos en la arena y viendo salir y entrar de su cuarto a un sol calcinador. El último día recorrimos 80-100 kms por la línea de playa, espantándo gaviotas, recogiendo pescaíto fresco en la orilla y escuchando musiquita. Es lo que queda desde el final del Parque Nacional (Nouâmghâr) hasta Nouakchott.

De Nouakchott a Rosso

No es tan fiera como la pintan. La ciudad más grande de este país tiene zonas muy tranquilas, con cibercafés, restaurantes donde comer "filete de capitán al paté de atún" y algún que otro garito donde beber cerveza Cruzcampo en mitad de la República Islámica de Mauritania. Si quereis conseguir cerveza a buen precio, la embajada de Zaire ofrece estas delicias. Aquí conocemos a Marc y Patrice, con los que nos reencontraremos en Senegal. El primero es un ciclista solitario con duro acento francés, parco en palabras pero generoso de corazón y bolsillo. El segundo es un extrovertido embajador de las Écoles Francophones, con ganas de conocer gente y que habla un castellano exxcellent.

A nosotros tan sólo nos quedan ya dos días de visa, así que hacemos las últimas compras. Nos cargamos bien de aceite de oliva y latas de sardinas de la Ayuda Internacional de la Cruz Roja Española (a 50 pts c/u, prohibida su venta). Una buena tarde nos despedimos de nuestros estimados camioneros. Con los últimos rayos de sol llegamos a un puesto militar de la RN2, donde nos facilitan un espacio donde cocinar y saborear sus latas de caballa de la Cruz Roja Española. El siguiente día es una larga etapa por el desierto, que empieza a mostrar tímidos bosques de árboles raquíticos y espinosos. Por la mañana un par de parejas "chic" nos invita a tomar té en su jaima. Excelente leche de camella. Estos acomodados capitalinos pasan sus fines de semana descansando en el desierto, atendidos por sirvientes de piel más oscura.

Al mediodía llegamos a Tiguent. El sol es tan feroz que impone ritmos. Sólo se puede rodar a primeras horas de la mañana y cuando cae la tarde. Disfrutamos el bautizo oficial de "arroz con pescado", emblema culinario de toda el África occidental. De fin de etapa toca oasis. Nos protege del incesante viento pero nosotros a su vez nos tenemos que proteger de las deyecciones de cabras, vacas, camellos y humanos que salpican el idílico lugar. Pepe se rinde y se solaza dando con sus nalgas en una fresca y hermosa catalina. Empezamos a ingerir Savarine, el medicamento anti-palúdico. El día siguiente llegamos a comer a Rosso, un villorrio fronterizo en la orilla mauritana del río Senegal. Hemos pasado todos los controles sin que nadie se cosque de que a la mitad del grupo le ha expirado su visado el día anterior. Últimos trapicheos, cambio de dinero oficial y negro, para subirnos los ocho, y una buena delegación de acompañantes, en una piragua que perezosa nos llevará a la otra orilla. Y a otro país.

Datos básicos del país

Capital
Nuakchot

Con este apartado pretendemos, en cada artículo, dar una información más técnica sobre el material que utilizamos, así como comentarios y trucos para hacer el viaje en bici más fácil.

Ficha técnica

El visado para Mauritania

La obtención del visado turístico para entrar en Mauritania es un tema que merece comentarse. Tanto las embajadas y consulados de Francia y España lo expiden por aproximadamente 9.000 pts. Pero desde el día de emisión hasta el de entrada sólo se dispone de un mes. Una vez en Mauritania, el visado dura un mes. Como viajamos en bici, decidimos sacarlo en Rabat, para ganar tiempo al calendario.

Aquí, para expedir el visado, la embajada mauritana exige no sólo 100 DH (unas 1.500 pts), sino además la presentación de un billete de ida y vuelta en avión a Mauritania. Esto último puede obtenerse cómodamente en la oficina de Air Maroc. Aquí comienza el chollo. La agencia se llevará 340 DH por cada billete expedido que después del trámite se anulará. Con estos trapicheos, en Rabat el visado cuesta entre 6.000-7.000 pts mientras que en Madrid 9.000. Sin embargo, también cuesta una procesión de idas y venidas a agencias, bancos y embajadas, y el inconveniente de tener que desembolsar una gran cantidad de dinero, aunque se recupere después.

 Con el tema del viaje en bici, el cónsul mauritano nos aseguró que tranquilamente podríamos llegar a la frontera en el plazo de dos meses. Así lo hicimos. Llegamos a Mauritania a falta de ocho días para finalizar estos dos meses. Nuestra gran sorpresa fue llegar a la aduana y ver como franceses, belgas y españoles entraban sin visado y sin problemas con la única condición de obtenerlo en Nouâdhibou al día siguiente. Por 10.000 ougiyas (unas 6.500 pts) todos obtuvieron su visado turista para pasar dos meses en Mauritania. Nosotros solicitamos una prolongación de una a dos semanas y resulta que costaba también 10.000 ougiyas. Gran decepción y a correr para salir cuanto antes. Moraleja: en más de un país se puede llegar a la frontera sin visa, y sin pagar más. Mauritania es uno de ellos.

Mapa con la ruta