Marruecos

Continente
Fechas del viaje
16 Dic 1999 - 11 Mar 2000
Crónica del país

ÁFRICA EMPIEZA EN MARRUECOS

(Traduccion del articulo publicado por HUMSAFAR, revista de las lineas aereas pakistanies, en Septiembre de 2001)

Marruecos es un paraíso para los ciclistas: variedad de paisajes, mucha montaña, mucha pista y carretera, poco tráfico. Y además ya es Oriente, con todas las diferencias y referencias que quieras, aquí al ladito. No defrauda. Eso sí, es territorio musulmán, pero no muy radical. Puedes ponerte en traje de baño en las playas, y en las ciudades hay discretos lugares donde beber cerveza. Todo con moderación y discreción.

Los ocho siglos de historia común que hemos tenido con la costa sur mediterránea se aprecian en la arquitectura, la comida, la música y en 'el moro' que todos llevamos dentro. El actual monarca Mohamed VI es de la dinastía Alauita, y gobierna el reino más antiguo del continente africano. Es más temido que venerado, pero no hay que bromear con el tema. Además, parece que el nuevo rey trae aires más modernos y aperturistas que su padre. El otro gran componente del país son los bereberes, sus primeros habitantes, que fueron islamizados poco antes que nosotros los de la península ibérica, hace más de 600 años. Todavía se aprecian sus costumbres y cultura, y en general, parecen más abiertos que los descendientes árabes.

Nosotros pasamos más de un mes en casa de los Sadiq, una familia bereber de Ouzoud, amigos de Antonio. Fue una experiencia inolvidable y la primera lección de sagrada hospitalidad que rige en toda África. Pasamos la Navidad y el Y2K y allí se estaba de lujo con los Sadiq, mientras en los Atlas nevaba y helaba a todo dar. Otro gran momento fue atravesar el Alto Atlas en compañía de Claudio, un belga al que conocimos en Cádiz y que repitió km con nosotros en Marruecos. Un buen principio de continente.

Días en el norte

El 15 de Diciembre de 1999 el desayuno es en África, en un puestito a un lado de la carretera a la salida de Tanger. Después del yogur y el delicioso té moro, tomamos carreteras secundarias que nos llevan tranquilamente desde Tanger a Asilah, lejos de la tumultuosa general. En la hermosa Asilah reencontramos a nuestros amigos: Mohamed, Abdul, Mustafah... No parecen muy sorprendidos de nuestros planes de atravesar África en bici. Muy al contrario, a ellos también les pica la curiosidad de ver lo que hay al otro lado del desierto. Ya lo de ir en bicicleta despierta más discusiones.

Asilah es una antigua fortaleza portuguesa, con una medina bonita y muy bien conservada. Aquí nos dedicamos a pedalear los alrededores y a pasar el tiempo con nuestros colegas bebiendo azúcar con té con menta, fumando kif, y jugando a las cartas en el bar de los pescadores. Tras una larga despedida, tomamos un tren a Fez y en un cambio de trenes en Shouk-el-Arba, nosotros llegamos y nuestras queridas máquinas no!!! Broncas, proestas y dudas con el jefe de la estación en una mezcla de español y francés. A la mañana siguiente, amanecemos en un incierto suburbio de los alrededores de Fez, y vemos como llega un tren portando nuestras burras. Uf! Rodeamos la mítica y bulliciosa ciudad de la medina más grande del mundo árabe y comenzamos a subir las laderas del Medio Atlas.

Los bosques del Medio Atlas

Es Diciembre pero el buen tiempo aguanta. Sin lluvias ni nieves vamos cruzando hermosos valles con lagos y bosques de pinos. Pasamos Ifrane, la pequeña villa suiza que Hassan II se hizo a su medida en mitad de Marruecos: estación de esquí, estadio olímpico, universidad. Es como un espejismo fuera del desierto. En Azrou nos damos un buen 'hamman': sauna y masaje en un recinto público. Una muy buen acostumbre del moro. Ascendemos a los bosques de cedros y a su laberinto de pistas y carreteras, salteadas de cascadas, lagos y babuínos, que nos muestran sus colmillares a la vez que bostezan perezosamente. Mantenemos las prudentes distancias y seguimos pedaleando. La nochebuena es fría como el hielo, bajo un cielo lleno de estrellas y comiendo pinchos morunos, olivas de todos los colores y gustos, y vino peleón. En Al-Gharbia paramos a bañarnos en las aguas termales que se mezclan en una escalera de cascadas con el río. Por supuesto, rodeados de todas las docenas de chiquillos que no fueron a la escuela ese día. Tras una curva aparecen en el horizonte las cadenas nevadas del Alto Atlas, nuestro próximo objetivo.

Llegamos a Khenifra cuando los 'muezzines' anuncian el final del ayuno diurno del Ramadan. La calle se anima y celebramos con ellos el Eid, festival musulman, con hojaldres de miel y otras delicatessen de la cocina marroqui. Subimos las burras al techo y por la noche estamos en la estación de bus de Beni-Mellal. Aquí conocemos a un ciclista local que rueda con un carrito en el que lleva nevera, TV, herramientas de electricista y fontanero... va pedaleando y buscando chapucillas. Un genio. Otro bustras muchas horas acabamos en el cruce de la carretera a la cascada de Ouzoud, un salto de agua de más de 100 m.

La familia Sadiq

Los bereberes son los primeros habitantes del Atlas y de otras montañas del norte de África, y llegan a extenderse hasta Libia. Durante la ocupación árabe, la cultura bereber tuvo un esplendor que cruzó el estrecho de Gibraltar y llegó hasta más allá del sur del desierto del Sahara. Ouzoud es una pequeña aldea colgada del precipicio por donde cae su famosa cascada. El agua es usada en un sistema de regadío que mantiene bosques centenarios de olivares. Nosotros llegamos durante la molienda, el pueblo huele a alpechines y las muelas de las norias giran por las noches tiradas por burros. Todo como hace... mucho tiempo. Pasamos la nochevieja con la populosa familia Sadiq, en esos momentos de 12 miembros, que conocen a Antonio desde hace muchos años. Además, llegan 16 amig@s de Madrid, y la casa desborda.

El invierno muerde con frío, heladas y nieve. Nos da tiempo a aprender los números árabes y jugar al bingo en el café de Lahgen. La casa de los Sadiq está hecha de barro que sacaron del lecho del río Tinguidut, con patio, hamman, establo. Desayunamos pan recien hecho con aceite y miel. Fatma, la madre, es como una diosa en el centro de la cocina ordenando y sonriendo. Llega Febrero y aparecen Claudio y Ana. A Claudio le conocismo pedaleando por Cádiz y se une para atravesar el Alto Atlas. Ana llega desde Madrid con ganas de atravesar África. Ya estamos todos.

Cruzando el Alto Atlas

Estamos cerca del nudo que separa el Medio y el Alto Atlas. Todo es valle y montaña, con poblaciones semi-nómadas de pastores, y pocos asentamientos a las orillas de los ríos. Aquí vemos al burro dominando el paisaje. Su capacidad de adaptación le hacen el animal más usado en secas y frías cordilleras. Atravesar el Alto Atlas es una de las rutas más espectaculares que ninguno hemos hecho en bici. La recomendamos de norte a sur, de Azilal a Imilchil y luego a Tinenhir, para pasar de los bosques al desierto y bajar las profundas gargantas del Dades o el Todra. En Imilchil descansamos y visitamos los lagos del novio y la novia. Un buen sitio para parar, descansar y enlazar rutas. Tan sólo un día nos separa de las cabeceras de las gargantas que serpentean erosionando las áridas cumbres del Alto Atlas.

El grupo se separa en dos y unos bajan por Todra mientras otros lo hacen por Dades. El punto de encuentro es Tinenhir, un oasis a orillas del Todra que nos muestra como va a ser el paisaje los próximos km. Un día nos encontramos con un muchacho de 9 años que nos patrulla hasta los últimos caseríos antes de llegar al paso de la garganta del Dades. No habla francés pero nos convence de todo y pasamos la noche con él y sus colegas. Échale un galgo. Al día siguiente coronamos el paso a 3000 m y empezamos el descenso de vértigo por una pista en muy mal estado. Las hoces del Dades son un corte perfecto sobre esta cordillera. En un par de días salimos de la garganta y nos reunimos con el resto del grupo en Tinenhir.

Llegando al desierto

Una cordillera de piedras y quebradas áridas comienza desde aquí hasta la costa atlántica. Es el Anti-Atlas. Frente a Tinenhir se levanta el Jbel-el Sharro, una barrera de montañas que frena los vientos secos del desierto del Sahara. Un paisaje desolado y lunático descubre aldeas perdidas en la nada. De pronto, docenas de camellos galopan a nuestro lado. Toma ya Far West en bicicleta. Celebramos el cumple años de Pepe en Agdz y seguimos rumbo al este, con fuertes viento de cola. Los lugareños nos piden tabaco, pero que sea Marlboro, claro. En un apelotonamiento nos caemos en grupo y Ana se daña la rodilla. Pepe 'Dersu Uzala' se lo cose en un periquete y Ana se adelanta en bus a Tata. Allí quedamos de vernos en las playas de Sidi Ifni, donde Ana se repondrá de la herida. El resto seguimos en burra.

Un buen día acampamos en un oasis y aparece Manel, un valenciano al que un día se le estropeó el camión en este pueblo, y aquí decidió enraizarse. Poco a poco viene todos los años y ya tiene una casita. Pasamos un heroico día con él caminando por el desierto hasta unas termas y vuelta. Carlos se quedó pescando unos peces insípidos, pero la familia bereber de Manel nos invita a un delicioso cous-cous.

Llegamos a la costa y tomamos unos días de descanso en las interminables playas de Legshira, Sidi-Ouarsiq, Foum-Assaka. Pasamos una tormenta del desierto en casa de unos pescadores. Nos acompaña Absalon, un jovenzuelo de 17 años que se ha montado su propia bici: en el manillar tiene un joystick de consola para cambiar los piñones. Los niños nos gritan cuando pasamos: ¡Heromin, heromin! (¡Cristiano, cristiano!). Cada loco con su vaina. Pasamos por pueblos abandonados, fortalezas en ruinas. Son los testigos de tiempos mejores que ahora son devorados lentamente por el desierto. Mientras, nosotros sufrimos duro en las pistas arenosas, para disfrutar por la tarde de playas infinitas como postre a nuestro periplo marroquí.

Sahara Occidental

Con tan sólo una semana de visa y 1200 km hasta la frontera con Mauritania, decidimos tomar buses hasta Dakhla y ver el desierto por la ventana. En El-Aaiun nos enteramos del resultados de las elecciones generales. Todo va quedando atrás. Una vez en Dakhla nos apuntamos al convoy militar que, dos veces por semana, patrulla los últimos 400 km de desierto controlado por Marruecos. El conflicto armado con el pueblo saharaui y Mauritania es aún patente: muros y minas para reclamar por la fuerza la soberanía sobre el desierto, un concepto extraño en las poblaciones nómadas del desierto. En estos días revueltos en Argelia, ésta es la ruta segura para cruzar el desierto. Nosotros nos subimos en los camiones de un grupo de bretones, metidos en el negocio de compra-venta de vehículos entre Europa y África. Los aduaneros presionan y nos sacan unos dirhams: así es la vida de las fronteras. Y así fué nuestro viaje por Marruecos, un país al que entramos desde el mar y salimos por el desierto.

Datos básicos del país

Capital
Rabat

Con este apartado pretendemos, en cada artículo, dar una información más técnica sobre el material que utilizamos, así como comentarios y trucos para hacer el viaje en bici más fácil.

Ficha técnica

Sobre la cadena

Pues claro, siempre bien lubricadita, pero nunca chorreando o con sebo colgando. Ahora hay unas 'chain wax', para motos, que son de lo mejor, y de lo más caro. Pero cuando vayas por pistas polvorientas, no engrases la cadena, pues recogera mucho polvo. No hemos probado las nuevas ceras en polvo, dicen que funcionan. Como mucho limpiala con diesel y después la secas con un trapo. Es mejor rodar en seco por el polvo, sobre todo si tienes muchos diás y km por delante. La mezcla de grasa y polvo es como la lija
para la cadena y los piñones. Eso si, en cuanto no haya polvo, a engrasar.

 

Mapa con la ruta