"GUINEA-Conakry TIENE NOMBRE DE MUJER..."
Lo pasamos corriendo, para escapar de las lluvias. Además, el visado era sólo de un mes y muy caro (40 $). Y andábamos cortos de pasta y teníamos que darnos prisa. A pesar de todo, aquí reencontramos las montañas. En el Fouta Djalon nacen muchos de los ríos más importantes de esta parte de África, como el Níger y el Gambia. El paisaje y las posibilidades de rutas son enormes.
En Popodara, una aldea de las montañas, nos contaron una leyenda sobre el origen de la palabra "Guinea". Cuando los primeros europeos, seguramente portugueses, llegaron aquí, lo hicieron por la costa. Allí se encontraron con varias mujeres, y al preguntarles por el nombre del lugar, estas respondieron "Guinea", que en lengua susu significa mujer, refiriéndose a ellas mismas.
Fouta Djalon
Guinea es un país muy montañoso. El macizo del Fouta Djalon forma una región muy definida al Norte, con estribaciones en los límites con Guinea-Bissau, Senegal y Mali. El día que entramos en Guinea, llegamos poco antes de que cerraran la frontera. A la luz de un farol, el poli de turno sella los pasaportes, y con el último, suena en su reloj la alarma: son las 8:00 p.m. y hay que cerrar. La pista, muy arenosa y polvorienta, discurre al sur de una falla espectacular. Es el límite del Parque Transnacional Niokolo-Badiar. La construcción de las casas también cambia. Y el ritmo de vida: ¡se ven hombres llevando fardos y trabajando en el campo! Deben ser restos de la dictadura de Sekou Touré, héroe de la independencia que instauró un régimen maoísta en un país con un 80% de musulmanes.
Llegamos a Koundara y acabamos en el Bar de Alpha Diallo. Hacemos migas rápidamente y nos quedamos en su casa-bar un par de días. El calor es tan asfixiante que es difícil dormir por las noches, y las siestas son impensables. Preparamos las burras con portaequipajes delanteros para llevar más agua y nos vamos hacia las montañas. La pista es dura pero el paisaje recompensa. Hay que cuidarse muy bien de preguntar dónde está el próximo pueblo para llevar siempre agua suficiente. Varios tramos de 40-50 Km sin nadie nos esperan.
Por fin vemos llegar la primera tormenta tropical de la temporada. Se dirige hacia nosotros, claro, pero justo antes de descargar encontramos una casa abandonada, la única construcción lo suficientemente grande y de ladrillo que veíamos en mucho tiempo (gracias, estrella). Llueve a mares. Los lugareños nos hospedan, sorprendidos de ver seis blancos en bici perdidos por ahí. Su hospitalidad va a ser una constante a partir de ahora. Con el riesgo permanente de la lluvia decidimos acampar siempre en pueblos o cerca de ellos. La mayoría de las veces, el sub-prefecto o el jefe del pueblo nos ofrecen alojamiento y nos brindan comida. Un lujo en estas tierras donde la mayoría vive con el día a día.
Poco a poco hacemos los 250 kilómetros de pista que nos separan de Labé, la capital de la región. Por el camino nos vigilan grupos de monos y por el suelo corren todo tipo de arañas, escorpiones y demás familia. La selva, que empieza a sufrir la sobre explotación, aparece espectacular. Labé se encuentra en medio de una meseta atravesada por cursos de agua, cascadas y bosques, ideal para rular en bici.
Ganando metros de altitud llegamos a Labé. Justo en la entrada los militares, borrachos y soberbios, nos hacen pasar dos horas muy malas. Registro escrupuloso, amenazas, increpaciones, confiscan las cámaras de fotos, intentan hacernos beber gasolina... al final todo se resuelve con una foto en familia y un apretón de manos. Hasta nunca, amigos.
Nos alojamos en el Hotel Independance. El dueño es un señorito con cara de yo-no-fuí, un buen carro y mucho dinero. Hay dos versiones de hotel: la cara, que la regenta una de sus mujeres; y la barata, que la lleva Fátima, la otra mujer, suponemos la más antigua. Nos vamos con esta última, más acorde con nuestro estilo y economía. Tras unos días de descanso seguimos ruta por una carretera que ya es asfaltada. El relieve sigue montañoso, y en dos días llegamos a Mamou.
Benôit-Benito, el huevecito
En Labé tuvimos un encuentro fortuito con una francesa que nos pasó la dirección de "un francés que habla castellano" en Mamou. Allí nos encontramos a Benôit-Benito, un ingeniero agrónomo que hace su PSS en Guinea, colaborando con la École National Forestiere. Nos cuenta sus experiencias en México, Lavapiés y Paracuellos del Jarama. Resulta que tenemos amigos en común y todo. Nos aloja en casa y pasamos unos días estupendos en su compañía. Juli y Josetxu aprovechan para bajar a Conakry a sacar pelas y hacer el visado de Mali.
Benôit sigue de anfitrión. Nos enseña el proyecto que llevan a cabo: un programa de formación de monitores agrícolas. Todo lo organiza una ONG un tanto especial que se llama Anamorphose. La idea es de dos documentalistas franceses, que nos cuentan su implicación con grupos de música como Farafina (Burkina Fasso) y Zebda. Muy buena conexión. Pasamos noches divertidas bailando "Ne me quittes pas" en su versión caribeña, todo un éxito por estas latitudes. Con mucha penita nos despedimos. Nos quedan nueve días de visado y algo más de 500 kilómetros hasta Mali.
Rodando por la Alta Guinea
Del Fouta Djalon salen las aguas que poco a poco, a través de la planicie de la Alta Guinea, hacen el río Níger. El paisaje cambia, las etnias también. Antes eran peul y ahora malinké. Cambiamos el saludo: antes "diarama" y ahora "iniché". Así es este continente, cada dos semanas en bici una comunidad nueva, con bastantes diferencias entre ellas, que nosotros sólo logramos atisbar.
Rodamos rápidos por la carretera. Etapas de 70-100 kilómetros cada día. La tormenta amenaza siempre a nuestro lado. Pasamos Kouroussa y llegamos a orillas del Níger. La pista discurre a tramos al lado de este gran río. En los pueblos en los que pernoctamos seguimos encontrando personajes de leyenda: un abuelo de 72 años que estuvo en la guerra de Indochina con los franceses; un campesino que construyó carreteras con los cubanos y que nos habla con acento habanero.
Al pasar un río, unos chavalitos pretenden cobrarnos por pasar en la barca que lo atraviesa. Nos negamos y tras unos forcejeos seguimos ruta. Pero claro, la omnipresente policía de este país se hace eco y nos detienen en un control. En Guinea normalmente los controles constan de militares, policías y gendarmes. Generalmente no se pagan los vadeos de los ríos. Sin embargo, los blancos solemos pagar una tasa "histórica", que es muy poco dinero, pero como todo olía a timo, decidimos pasar. En el control, las fuerzas del orden atienden nuestra historia y ceden, pero nos tienen preparada otra buena. Se quedan nuestros pasaportes y se los llevan al pueblo de Siguiri, a 8 kilómetros. Allí nos los devuelven con la condición de hospedarnos en el hotel de algún colega suyo.
Seguimos ruta siempre cerca del Níger. A lo largo de todo el día la gente nos dice que sólo quedan 30 kilómetros hasta la frontera. Finalmente llegamos. Un control más de rutina y el último café en Guinea. Una chica vende chufas en el chiringuito. A veces uno está como en casa.
Datos básicos del país
Con este apartado pretendemos, en cada artículo, dar una información más técnica sobre el material que utilizamos, así como comentarios y trucos para hacer el viaje en bici más fácil.
Los herreros de África
Puede parecer una nota bastante exótica, pero desde luego es práctica y segura. Aquellos suplementos y accesorios que difícilmente se encuentran en nuestras tiendas de bici hiper-tecnológicas, se pueden conseguir y acoplar en cualquier herrería o taller de reparación de bicis aquí. Nosotros hemos puesto transportines delanteros a nuestras bicis (incluso bicis con suspensión delantera), hemos soldado y arreglado transportines destrozados, forjado herramientas para abrir el buje de la rueda trasera, y otras reparaciones menores. Y todo por un módico precio.